La Plaza Vieja de Almería, zoco en época musulmana, acoge hoy el Ayuntamiento de Almería y el Monumento a «Los Coloraos», el conocido como ‘Pingurucho’

Las plazas tienen mucho qué decir de las ciudades. Es ese punto de reunión que delata las costumbres de sus habitantes. De eso la Plaza Vieja de Almería (Plaza de la Constitución) sabe más que cualquier otra, zoco como fue desde la época musulmana. Es un testigo vivo de la historia, naciendo casi a la vez que la propia ciudad y no siendo en balde el nombre por el que hoy se la conoce, aunque ha sido llamada de distintas formas dependiendo de la época. Esa es su esencia, sirviendo de reflejo de la cultura de aquellos que la transitaban.  

Casi encerrada en sí misma, sirve sin embargo de puente entre dos puntos clave de la ciudad. Lo lleva haciendo desde hace más de 1.000 años, cuando el califa omeya Abderramán III vio en Almería todo un mundo de posibilidades. Ya entonces conectaba la calle de la Mezquita Mayor hasta Puerta Purchena y la vía de lo que era la medina con el puerto. Hoy sus caminos siguen llevando hasta el pasado, dando una de sus salidas al conjunto monumental de la Alcazaba.

Origen árabe de la Plaza Vieja de Almería

Descanso en la Plaza Vieja. | Esperanza Murcia/QVEA

Resulta mágico imaginar estos lugares en otras épocas. Fantasear con sus vidas pasadas, así como la de las personas que por ella pasaban. Algunos de sus episodios son conocidos, como la celebración de los Juegos de Cañas que allí se hacía -un juego de origen árabe por el que recreaban acciones bélicas que seguían celebrando tras la Reconquista-, los ejercicios ecuestres que se practicaban o, incluso, en tiempos más modernos, las ‘merendillas’ antes de irse de parranda para ver a los toros. 

Es curioso porque podría pensarse que una plaza no tiene nada de especial. Pero hablamos de un lugar que ha resistido las religiones y regímenes políticos que han ido sucediéndose casi desde la fundación de la ciudad. Siempre ha sido un punto de encuentro, reuniendo a distintas culturas, algunas completamente diferentes, a lo largo de su existencia.

Remodelación de Trinidad Cuartara

Un paseo por la Plaza Vieja de Almería. | Esperanza Murcia/QVEA

Dejando atrás su origen musulmán, quedando la ciudad conquistada por los Reyes Católicos en 1489, comienza a ser lo que ahora es. Se traslada allí el Ayuntamiento, que sigue en el mismo lugar, y comienza a acoger eventos de la sociedad de toda clase: procesiones, desfiles militares, mercados –en un guiño de lo que comenzó siendo- o corridas de toros.

Siempre intocable, sin cambiar. No se toca nada de su aspecto hasta 1812, año de ‘La Pepa’, cuando el arquitecto Trinidad Cuartara, almeriense, ejecuta la remodelación que la convierte en la plaza que ha llegado a nuestros días.

La apariencia que se aprecia en nuestros tiempos nace a finales del siglo XIX, cuando se construyen los soportales de medio punto que la caracterizan con los rasgos típicos de las plazas cerradas y porticadas que entonces se estilaban.

Eso más las casas de dos plantas que se levantaron, cotizadísimas en la época donde era todo un lujo salir a sus balcones para contemplar la vida de lo que se conocía como la “nueva Almería”. Al cuerpo de los soportales se le acaban uniendo otros más: un segundo formado con estos balcones y un tercero compuesto por un ático. Aunque no son sus únicos elementos.

El Ayuntamiento y el Fandanguillo de Almería

Ayuntamiento de Almería y, al fondo, la Alcazaba. | Esperanza Murcia/QVEA

El Ayuntamiento de Almería se alza como el edificio más alto de la Plaza Vieja de Almería. No es casualidad. Se creó como un símbolo del poder político de la institución y del espíritu de la nueva sociedad almeriense que se gestaba a finales del XIX y principios del XX.

Los soportales del edificio se modificaron porque no necesitaban albergar más ningún mercado, que se situó junto al Paseo de Almería donde hoy está. De estilo ecléctico, la Casa Consistorial destaca por una torre compuesta de una cúpula semiesférica ocupada por un reloj, así como por el propio escudo de la entidad.

Pero esta torre también guarda un secreto: un carrillón que canta el ‘Fandanguillo de Almería’, de Gaspar Vivas, en honor a la ciudad. Cerrado por mucho tiempo por obras, desde hace unos años el consistorio volvió a recuperar su actividad, trasladando allí de nuevo la labor política y administrativa que es parte de la plaza y su identidad. 

El Pingurucho: Monumento a los Mártires de la Libertad («Los Coloraos»)

El ‘Pingurucho’ o Monumento a ‘Los Coloraos’. | Esperanza Murcia/QVEA

Si hay algo que llama la atención nada más pisar la Plaza Vieja de Almería es el Monumento a los Mártires de la Libertad, más conocido como el “pingurucho”.

El obelisco es un homenaje al “Pronunciamiento de Almería o de Los Coloraos”, nombre por el que llamaron a los 24 liberales que en agosto de 1824 aterrizaron con sus casacas rojas, de ahí el apodo, a la costa de Almería. Lo hicieron para manifestarse en contra el absolutismo de Fernando VII y a favor de ‘La Pepa’, la Constitución de 1812, pero les acabaron dando muerte por fusilamiento el mismo mes que llegaron.

Aunque al principio se levantó en Puerta Purchena, se trasladó en 1900 a la plaza, quedando derribado por el régimen franquista en 1943, matando de nuevo a «los Coloraos». Por petición popular se reconstruyó con mármol blanco de Macael en el mismo lugar donde debía de estar en 1988, por petición popular.

Hotel y baños termales para disfrutar

Rooftop de AIRE Hotel & Ancient Baths. | AIRE Hotel & Ancient Baths

La Plaza Vieja de Almería no es solo un lugar de tránsito o de gestiones, sino también un espacio para disfrutar. Uno se puede relajar en los baños termales que deleitaron a la mismísima Khalessi. Sí, a la gran Madre de Dragones encarnada por Emilia Clarke, que pudo recrearse en el placer de la relajación en AIRE Hotel & Ancient Baths.

Aunque desde allí, además de entregarse al poder sanador del agua, uno puede contemplar uno de los mejores atardeceres de la ciudad. Para vislumbrar los colores rosáceos y anaranjados del ocaso hay que subir a su terraza, desde la que se puede ver la asombrosa Alcazaba, el Cerro de San Cristóbal o parte del Convento de las Claras.

Un escenario de lujo para terminar babeando en sus bares de abajo, como el restaurante 4 Hojas de Juanjo Carabajal, una apuesta de cocina diferente aprovechando los productos de calidad de la tierra de Almería. Y es que cuando uno entra en la Plaza Vieja, lo encuentra todo allí.

El Peñón de Bernal se erige imponente sobre el Mar de Plástico y se asoma al Mediterráneo ofreciendo unas vistas privilegiadas

Haciendo honor al nombre de este sitio web, y tanto si queremos como si no, si transitamos por el Poniente Almeriense es altamente probable que veamos a nuestro protagonista, el Peñón de Bernal, que se erige imponente sobre el Mar de Plástico y se asoma al Mediterráneo ofreciendo unas vistas privilegiadas.

Su mera presencia contribuye a dibujar la icónica escena del corazón de la comarca de los invernaderos y anuncia a esa mágica suerte de sucesión de pequeñas montañas que configuran la Sierra de Gádor.

Para muchas (muchísimas) generaciones, el Peñón de Bernal ha sido el verdadero monarca de esta parte del sur de Almería. Tantas, que sus orígenes se remontan a la era geológica Jurásica, así que lo mismo si nos animamos a conocerlo de cerca nos topamos, quién sabe, con los restos de algún gran dinosaurio que vivió en Vícar hace 200 millones de años.

La Montaña de Poder de Conan

Escena de ‘Conan el Bárbaro’, con el Peñón de Bernal al fondo.

Y ya que hemos nombrado a unos ‘actores’ tan cinematográficos como los dinosaurios, y que estamos en Almería, la meca del cine del sur de Europa, no se puede obviar que nos encontramos en una de las localizaciones más reconocibles de una de esas superproducciones de Hollywood que se rodaron en los años ‘dorados’ en Almería: Conan el Bárbaro. Dirigida en 1982 por John Milius y protagonizada por Arnold Schwarzenegger, el Peñón de Bernal fue el marco elegido para ubicar la ‘Montaña de Poder’, con el gran templo de Thulsa Doom y su enorme escalera a sus pies. Otros puntos de la provincia sirvieron igualmente para el rodaje de distintas escenas de esta película, ampliando por sus cuatro rincones el espectacular plató natural de rodaje que supone toda la provincia almeriense

El Monumento Natural de las ‘recompensas’

Y es que este imponente promontorio monolítico de piedra caliza posee un poderoso influjo que atrae a aquellos que lo contemplan. Una invitación latente a subirlo que ofrece recompensa doble: el mero premio de alcanzar una cima que te ‘desafía’ con tal majestuosidad; y, por supuesto, la maravillosa experiencia de disfrutar de sus vistas de 360º con la Sierra de Gádor a la espalda, el infinito azul del Mediterráneo enfrente -nuestra vista abarcará desde el mismísimo Cabo de Gata, al oeste, hasta Adra y la costa de Granada al este-, y, a los pies, ese particular universo blanco de miles de hectáreas invernadas del Campo de Dalías, que imprimen su sello propio al Poniente Almeriense y que, dadas sus dimensiones, no es fácil de apreciar desde otros lugares en toda su magnitud. Todo, desde sus 755 metros que, viniendo prácticamente desde el nivel del mar, no son nada desdeñables.

En realidad, si nos decidimos por acercarnos a este singular paraje de Almería, uno de los Monumentos Naturales de Andalucía con los que cuenta la provincia, podremos obtener muchos otros ‘bonus’ de satisfacción, comenzando por el disfrute del propio camino, ya sea practicando el senderismo, el ciclismo o la escalada, disciplinas todas ellas que nos permitirán acercarnos al Rey del Poniente.

En el caso de la escalada, únicamente está permitida en su modalidad clásica y a través de las vías ya existentes. No está permitida su práctica entre los meses de diciembre y mayo, ya que esta zona es utilizada para su reproducción por distintas especies de aves.

No debemos olvidar que este paraje cuenta con una figura de protección ambiental y se incluye en la ZEC (Zona de Especial Conservación) ‘Sierras de Gádor y Enix’. En cuanto a la bici, la pista forestal que rodea al peñón y se adentra en la Sierra de Gádor es utilizada por numerosos aficionados al MTB. Normalmente como parte de las numerosísimas rutas de mayor extensión que se pueden recorrer en esta zona de Almería.

La subida a pie al Peñón de Bernal

La buena noticia es que, aunque con las debidas precauciones, el Peñón de Bernal se puede subir sin necesidad de ser expertos alpinistas o escaladores, aunque sí es recomendable tener algunas ‘horas de vuelo’ en subidas pedregosas y muy verticales. Puede considerarse que su dificultad es moderada. En el trayecto nos vamos a encontrar con alguna zona que no es muy recomendable si sufrimos de vértigo. Deberemos llevar calzado adecuado de montaña (¡es fundamental!), elegir un día con buenas condiciones climatológicas y tener una condición física buena, ya que deberemos salvar un desnivel superior a los 400 metros en poco espacio. (No obstante, proponemos una ruta alternativa que rodea el peñón y llega hasta la Fuente El Tartel, igualmente bonita y motivante).

Para los más intrépidos, la subida a su cima es muy bonita, pero también exigente y requiere de precaución. La cara más recomendable para acometer la empresa es la norte. Para llegar a la base del peñón e iniciar el ascenso propiamente dicho se puede acceder por dos lugares.

Dos opciones de subida

El primero de ellos es a través de la ladera suroeste, para lo cual deberemos tomar un desvío a nuestra izquierda menos de un kilómetro después de iniciar el camino desde el punto habitual en el que se aparcan los coches (se específica al final de este artículo). Este desvío es el único que nos encontraremos en la zona, con el peñón justo en nuestras ‘cabezas’, así que no tiene pérdida. Marcharemos a partir de aquí campo a través y siempre hacia el promontorio, por una zona con matorrales y algo de piedra suelta sin especial dificultad, hasta llegar a la base del peñón.

Para tomar el segundo de los accesos a esta zona obviaremos el reseñado desvío y seguiremos la pista hasta poco antes del kilómetro 5. Deberemos tomar un sendero que sale a nuestra derecha, y que también nos conducirá a la base del peñón.

A partir de este punto la dificultad aumenta y tendremos que ir ascendiendo despacio. Siempre con cuidado, eligiendo en todo momento el camino más lógico hasta alcanzar el punto más alto. El camino es evidente casi siempre, pero desaparece en algunos tramos. Una vez arriba, y después de la segura sesión de fotos cargadas de adrenalina, lo más recomendable es bajar por la cara opuesta a la de la subida y completar el descenso hasta el punto de inicio por la pista forestal.

Alternativa a la subida: ruta hasta la Fuente El Tartel

Fuente del Tartel. | Anyo/QVEA

Si decidimos dejar para otro momento el asalto a la cima, pero queremos igualmente disfrutar de un entorno espectacular, es altamente recomendable continuar la pista forestal hasta la conocida como Fuente El Tartel, lugar de paso y refresco de senderistas y ciclistas de montaña, pero también de animales que cuentan con un abrevadero junto esta fuente.

Durante el camino nos encontraremos con varios carteles del Ayuntamiento de Vícar que indican que la fuente se encuentra en esta zona. Será muy fácil en esta ruta que nos encontremos con cabras montesas, ciervos y otras especies que conforman la fauna de la Sierra de Gádor.

Y pese a que el camino discurre en todo momento por una amplia pista forestal sin dificultad (aunque con una pendiente apreciable), y eso puede ser menos atractivo que un sendero estrecho y tortuoso, nada más lejos de la realidad: la ruta es muy bonita y permite disfrutar de bellas vistas, rodeados de árboles (sobre todo pinos), barrancos, silencio y naturaleza. Resulta impagable atravesar bosques y paisajes de sierra sin perder de vista el mar.

Un mirador a los acueductos de Carcauz

En total, desde el punto de inicio habitual, ida y vuelta a la Fuente El Tartel, el camino discurre a través de casi 13 kilómetros, y durante el recorrido nos encontraremos con una parada obligada que no tiene pérdida: un espectacular mirador desde el que podremos contemplar los Acueductos de Carcauz mientras reponemos fuerzas sentados en un llamativo banco amarillo, con una leyenda inspiradora y mítica: ‘que la fuerza te acompañe’.

‘Be water, my friend’. | Anyo/QVEA

Durante el camino, igualmente divisaremos a lo lejos el pueblo de Enix, a nuestra derecha; mientras que ascenderemos a prácticamente la misma altura que el propio Peñón de Bernal, al que iremos divisando en todo momento a nuestra izquierda hasta que lo perdamos de vista en el último tramo previo a la Fuente. Junto a ésta encontraremos otro asiento pintoresco que nos recuerda aquello de ‘ser agua’ (‘Be water, my friend’). Y, oye, se agradece el banquito después del esfuerzo de la subida continua. Esta fuente, por cierto, toma su nombre del barranco del Tartel, uno de los muchos que se van dejando caer desde la montaña hasta el mar.

Cómo llegar al punto de inicio de las rutas por el Peñón de Bernal

Pese a que a través de la pista forestal podremos ascender en coche o moto hasta la altitud que deseemos, e incluso llegar hasta la propia fuente, lo recomendable es dejar el vehículo en una explanada que encontraremos apenas 200 metros después de dejar los últimos invernaderos.

Para llegar a este punto se accede desde la autovía A7. Nos saldremos por la salida 420, Venta El Cosario y deberemos llegar hasta Venta El Viso por la vía de servicio. Aquí tomaremos siempre dirección norte mientras atravesamos invernaderos, hasta encontrarnos con las primeras estribaciones de la sierra y el inicio de la reseñada pista, con dicha explanada a nuestra izquierda apenas dos curvas después.

Esta iglesia, situada en el cerro Montahur, cuenta con una gran historia y un paisaje de altura

Miles de peregrinos se acercan cada año al santuario, situado en la cumbre del cerro Montahur, para adorar y contemplar a la Santísima Virgen de la Cabeza, en el Santuario de Monteagud, en Benizalón, cuya construcción data del siglo XVII.

El origen del nombre (Montahur, y no Monteagud) proviene al menos del año 1569 cuando el escribano Alonso del Pozo menciona a “unos moriscos de Lubrín que estaban guardando un hatajo de unas dos mil cabras junto al castillo de Montahur”.

Cómo llegar al Santuario de Monteagud

Para llegar al Santuario de Monteagud hay que hacerlo desde la carretera N-340a desde las inmediaciones de Tabernas, tomando la A-1100 (dirección Uleila del Campo/Lubrín) al llegar a la almazara de Castillo de Tabernas.

Desde allí, se puede seguir hasta coger la A-5101 hacia Benizalón y, una vez allí, buscar siempre la derecha (hay indicaciones hacia el santuario).

Otra opción es continuar por la A-1100 hasta Uleila del Campo y desde ahí dirigirnos al santuario por el Puerto de la Virgen (carretera de Albanchez).

Historia del Santuario de Monteagud

Uno de los primeros testimonios escritos habla de la existencia de la ermita en el cerro de Montahur en el año 1619. Comenzaron las obras del cerro los propios vecinos de Benizalón en el 1628. Diez años más tarde, la ermita ya se había acabado de construir, al menos en su fase inicial.

A partir de los años 30, del siglo XIX, los ermitaños-monjes fueron sustituidos por una familia entera que se ocupó de cuidar las fincas y mantener limpio el santuario. En 1936, el santuario fue saqueado y en 1939, acabada la Guerra Civil, se llevó a cabo la fiesta de la bajada de la Virgen, que se encontraba de modo permanente en el municipio de Benizalón y solo subía al cerro en las fiestas de septiembre. Desde entonces, el santuario ha sido demolido y reconstruido en varias ocasiones.

Características del templo

Monumento de pizarra a la Virgen de la Cabeza. | Javier Cortés/QVEA
Imagen de la Virgen tallada en mármol. | Javier Cortés/QVEA

Antes de llegar al cerro Montahur, podemos ver en un recinto una imagen de la Virgen tallada en mármol. Ya en el cerro y antes de acceder al santuario, se distinguen distintas zonas. Empezando por una plaza hecha de pizarra de forma circular, en la que se encuentra un pequeño monumento, también de pizarra, dedicado a la Virgen de la Cabeza, con una imagen arriba en marco dorado y adornada con flores abajo. A su lado, un abrevadero para animales. Más adelante, un pequeño merendero. También un pequeño almacén adosado a unas rocas, para guardar ofrendas a la virgen y algunos pebeteros.

Para acceder al Santuario de Monteagud lo hacemos a través de una gran puerta de madera con dos ventanucos a ambos lados. Al entrar, nos asombra la claridad del interior del templo, dominado por el blanco. Más de una treintena de bancos completan el recinto principal. Caminando hacia el altar, acompañado de grandes velas, una ristra de pequeñas velas rojas destacan sobre el resto. Al fondo, el sagrario. La virgen espera al final de las escaleras con un manto rojo, rodeada de flores, bajo una gran cúpula con dibujos azules.

Interior del templo. | Javier Cortés/QVEA

Al bajar del altar, una lápida conmemorativa, que estuvo colocada originalmente sobre la puerta de la ermita, recuerda las obras realizadas en 1638. Por la escalera de caracol situada junto a la entrada principal del santuario se accede al coro. Allí arriba se puede observar todo el interior del templo, aparte de encontrarnos una imagen de Jesucristo crucificado.

Un mirador a Los Filabres

El Santuario de Monteagud, un mirador a la sierra de Los Filabres. | Javier Cortés/QVEA

El cerro de Montahur tiene unas grandes vistas de la sierra de Los Filabres. A través de los miradores se pueden ver Benizalón, Uleila del Campo, Tabernas, Tahal, Benitagla y Cóbdar.

Junto a estos miradores se encuentra una pequeña tienda que suele abrir cuando se celebra la santa misa (el segundo y el último domingo del mes a las 13:00 horas), donde adquirir objetos de ámbito religioso como imanes para móviles y frigoríficos, libros y dvd explicativos del lugar, carteles de la virgen e imágenes de recuerdo.

La Piedra de la Gitana

Piedra de la Gitana. | Javier Cortés/QVEA

Si desde la entrada del santuario nos adentramos en el camino de la derecha y nos asomamos a ver el paisaje, nos encontramos unas rocas o peñascos. La primera, denominada la Piedra de la Gitana; la segunda, la Bartola, de la cual se desconoce su significado.

La Piedra de la Gitana tiene una historia trágica detrás que explica Francisco Martínez Botella en su libro ‘Nuestra Señora de la Cabeza de Montahur: la historia de una devoción cuatro veces centenaria’. En él reproduce la leyenda publicada en el diario católico La Independencia en 1908 por el párroco Domingo Sebastián.

La historia trata de un gitano que habla, emocionado, sobre una piedra con un cura que no entiende el aprecio de este al peñasco. La hija de este hombre tenía tifus, incurable. Ella le prometió a la Virgen bailar en esa piedra, dio varias vueltas sobre la roca y fue ovacionada por el público, por lo que volvió a subir a pesar de que su padre, angustiado, le insistía en bajar.

En uno de esos momentos, ella empezaba el primer verso de un cantar hasta que dio un grito y cayó rebotando de peñasco en peñasco hasta morir. Cuenta la leyenda que un señor pudiente le había ofrecido un duro de oro por subir la segunda vez. La chica está enterrada en Uleila del Campo.

Romancero de la aparición de la Virgen y Romería

Otra leyenda cuenta que a Mateo, pastor lorquino, se le apareció la Virgen en la encina milenaria del Cerro de Montahur. Esta leyenda procede de un romance, probablemente compuesto en el siglo XIX, que bien podría hacer referencia a otra leyenda, la del pastor Juan Alonso de Rivas, a quien se apareció la Virgen en el Cerro de la Cabeza en 1227.

La romería de la Virgen de la Cabeza se realiza al menos desde el siglo XVII según los archivos históricos. Esta celebración, que contaba con fieles procedentes de Benizalón y de pueblos de alrededor como Benitagla, Tahal o Albanchez, se celebraba el último domingo de abril. A partir de 1760 se comenzó a celebrar la fiesta de septiembre debido a que en abril se marchaban muchos hombres a “hacer las Andalucías” y el municipio se quedaba con poca gente.

Dónde comer tras visitar el Santuario de Monteagud

Bajamos el cerro Montahur por el camino que se dirige a Benizalón. Una vez en el pueblo, nos dirigimos a la plaza de la Constitución, donde se encuentra el Centro Guadalinfo, el Ayuntamiento, la iglesia y una fuente, al lado de la cual encontramos el bar Casa Leonor Jacma. Este local cuenta con comida tradicional, productos ecológicos y gran variedad en postres caseros. Su variedad gastronómica y su calidad se refleja en platos como trigo, costillar, cochinillo y salmorejo (con jamón y huevo), pulpo a la gallega y diversos arroces.

Almócita se coloca a la cabeza como uno de los pueblos con más encanto de Almería

Almócita se coloca a la cabeza como uno de los pueblos con más encanto de Almería. Se trata de una pequeña población cuidada como ‘oro en paño’ por todos sus habitantes y visitantes. Paseando por ella encontrarás poesías en muchas de sus blanquecinas fachadas, una plaza del pueblo un tanto pintoresca, una Iglesia construida sobre una mezquita, o un Ayuntamiento ubicado sobre un aljibe árabe. Así es Almócita, un territorio de calles estrechas y rincones con historia, que conservan su legado morisco.

Y es que Almócita es de los pocos municipios que ha sabido conservar la arquitectura morisca de la provincia de Almería, sumando a ella un sinfín de arte urbano. El pueblo que conseguía en 2013 el sello de Guiness World Record por construir el candil más grande del mundo, no cesa su constancia por destacar.

Sin embargo, todo esto es simplemente un ápice de lo que queda por descubrir de uno de los lugares más especiales de España, en el que hoy daremos un paseo entre versos.

Cómo llegar a Almócita

Cualquier fin de semana es una buena ocasión para escaparse hasta este rincón de la Alpujarra almeriense, ya que es inusual que no se realicen actividades, talleres, rutas o fiestas en este pueblo a lo largo del año.

Para llegar hasta allí se debe coger la A-348 desde Benahadux, en dirección Alhama de Almería y continuar por la misma carretera hasta llegar al cruce que indicará la entrada al pueblo. Almócita se sitúa a tan solo 54 kilómetros de la capital, llegando al destino en unos 50 minutos aproximadamente desde Almería.

Conocido a nivel nacional, este pueblo de la Alpujarra se ha convertido en un referente cultural, principalmente debido al arte que desprenden sus calles, las cuales son pura inspiración. Además, este municipio con apenas 176 habitantes se corona como un ejemplo a seguir en su lucha contra la despoblación gracias a la cantidad de iniciativas que se han llevado a cabo, y las que continúan en marcha.

Panorámica de Almócita. | Alba O./QVEA
Panorámica de Almócita. | Alba O./QVEA

Comienzo del paseo por Almócita

Todas las rutas comienzan en un mismo punto, el bar del pueblo. En este caso, Almócita solamente goza de un bar, el Bar de la 3ª Edad. Este se encuentra situado en una pequeña plazoleta, acogedora para pasar ahí sentado horas.

Ocasionalmente en fin de semana, uno encuentra allí el mercadillo, donde poder saborear distintos dulces, o llevarse un recuerdo de sus productos artesanos. De esta forma, no se puede comenzar una ruta sin haber pasado antes por allí, a tomar una tostada de pan rústico de Padules y un café al cobijo de unos rayos de sol.

Ahora sí es momento de iniciar un idílico paseo por sus calles en armonía con la naturaleza. Aunque se debe tener cuidado, ya que resulta sencillo perderse entre todo lo que tienen que ofrecer.

Plaza de la libertad junto Nuestra Señora de la Misericordia. | Alba O./QVEA
Plaza de la libertad junto Nuestra Señora de la Misericordia. | Alba O./QVEA

Bajando de la plazoleta del bar se encuentra la plaza de la Libertad, la plaza oficial del pueblo. Una plazoleta atípica comparada con la del resto de pueblos de la zona, ya que es de forma rectangular, ajardinada, con una figura de piedra en su centro y una fuente decorativa.

Justo enfrente se visualiza su pintoresca Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Misericordia, construida a finales del siglo XVII, de estilo mudéjar, con una torre en el campanario que tuvo que ser reconstruida por el deterioro, y que resultó complicado ajustar al modelo original.

Calles vestidas de murales y versos

Poesía en las calles de Almócita. | Alba O./QVEA
Poesía en las calles de Almócita. | Alba O./QVEA

Desde este punto, la ruta comienza con la misión de descubrir todas las poesías y murales que hay en estado vivo por el pueblo, gran parte elaborados por profesionales durante la celebración de festivales locales.

Atravesando la calle Triana, se encuentra un poema de Mario Benedetti plasmado a gran tamaño en una casa de fachada blanca y pinceladas violetas.

Continuando por esa calle destaca uno de los murales más significativos del pueblo, por la lucha contra la violencia de género. Su asombroso realismo le distingue de los demás. En tonos grises y morados resalta el retrato de una de las tantas mujeres a las que representa. Fue tanta la transcendencia de esta ilustración, que llegó a ser galardonado en marzo de 2018 como uno de los mejores murales por la web internacional de arte urbano.

Mural contra la violencia de género. | Alba O./QVEA
Mural contra la violencia de género. | Alba O./QVEA

Dejando a un lado los versos, hay un momento en el que la ruta hace una parada en uno de los barrios con más magia del pueblo, el Barrio de la Judería. Este pueblo que perteneció al Reino de Granada y presenció la rebelión de los moriscos por toda la Alpujarra, ha querido conservar en una pequeña plazoleta este barrio. En ella vivió la comunidad de judíos que hubo asentados en el pueblo, un rincón que mantiene su esencia.

Sin embargo, en este barrio se encoge el corazón al deleitar el Almouseum Arte a Pie de Calle, una exposición que en un principio iba a ser cambiante y que tras ser un rincón tan especial pasó a ser permanente. Estas paredes están acompañadas de marcos con retratos entrañables de vecinos de Almócita, algunos que viven y otros que han dejado ahí su recuerdo.

Figuras relevantes en las calles

'Platero y yo' en las paredes de Almócita. | Alba O./QVEA
‘Platero’, uno de los rincones bellos de Almócita. | Alba O./QVEA

Retomando el recorrido por el pueblo, tropezamos con un estrecho callejón con coloridas pintadas  junto a fachadas que rebosan geranios y enredaderas. Haciendo referencia de nuevo a la lucha de las mujeres, muchos de estos maceteros tienen pintados rostros de mujeres relevantes como Agatha Christie. Además, luce clavada una frase de la cantante estadounidense Nina Simone: “Te digo lo que es la libertad para mí. No tener miedo”.

Durante este paseo otoñal se encuentran escritos como el poema ‘Renacimiento’ de Antonio Machado en honor a su 75º aniversario; ‘El mundo necesita poesía’ de Suso Sudón’; o estrofas de ‘Platero y yo’ de Juan Ramón Jiménez, acompañado de una colorida ilustración de Platero. Muchos de ellos se bautizaron como rincones bellos de Almócita el pasado 2020.

Un atardecer al detalle semejante a un lienzo, una ruleta que rebosa amor, o un pergamino que parece sacado de un libro con las siluetas de Don Quijote y su secuaz, hacen disfrutar cada paso que das e inspira a cualquier persona que pasea por estas calles.

Si la ruta comenzaba en el bar, suele terminar en el mismo lugar. El Bar de la 3ª Edad es raro no verlo lleno, y es que a su carne con ajos o su carne con tomate no se le resiste nadie antes de dejar el pueblo.

 ¿Qué ocurrió para que este pequeño municipio del Valle del Almanzora comenzase una contienda que duró 100 años?

Pensar que un municipio almeriense de menos de 400 habitantes declaró la guerra a una gran nación durante 100 años puede parecer una historia disparatada. Sin embargo, el miedo nunca ha estado en el ADN de los vecinos de Líjar: el pueblo que declaró la guerra a Francia.

Subida a Líjar, pueblo que declaró la guerra a Francia. | Mª José Martínez/QVEA

El camino hacia este municipio del Valle del Almanzora nos lleva por escenarios de película, literalmente. Las impresionantes canteras de Macael se abren paso ante nuestros ojos. Estas dejan relucir su oro blanco, su mármol blanco, que abraza la carretera A-349. Y es que, este enclave de la provincia de Almería en un baúl de grandes historias. Un poco antes de llegar a la Escuela Restaurante Las Canteras, un cartel anuncia el desvío que lleva hasta todo lo que ver en Líjar.

Canteras de mármol. | Mª José Martínez/QVEA

Una gran cuesta nos adentra en un paisaje de montañas y pinares, por los que es un muy común encontrarse algunos animales. Tras recorrer una carretera en la que cada curva nos desvela un rincón con encanto, volvemos a llegar a un cruce. A la izquierda ya intuimos el destino, continuando por la AL-5100.

Líjar y su guerra con Francia: un conflicto de 100 años

Para contar la historia de Líjar y su guerra con Francia hay que introducirse en una máquina del tiempo con destino a finales del siglo XIX. Más concretamente al periodo comprendido entre julio de 1870 y enero de 1871. En esta época tuvo lugar en Europa el conflicto franco-prusiano. Fueron los prusianos los que se declararon vencedores y configuraron una nueva Alemania con los territorios que habían ganado.

El monarca español por aquel entonces era Alfonso XII, que decidió realizar un viaje por Alemania y Francia para calmar a los bandos tras esta guerra. Ofreció su apoyo al canciller Bismarck si se volvía a retomar  el conflicto y, posteriormente, continuó su viaje a París con su informe prusiano en mano.

Sin embargo, el recibimiento por parte de los franceses, y por los ciudadanos galos, no fue precisamente cortés. El gobernante español fue una diana de insultos, muchos abucheos, incluso de objetos, debido al comportamiento contendiente con el que se había presentado en el lugar.

Cuando volvió a España tras su particular aventura, los ciudadanos aplaudieron su hazaña. Las idas y venidas de su viaje y la actitud que los franceses habían tomado ante la presencia de Alfonso XII llegó a oídos de los vecinos de Líjar, que no quisieron quedarse con los brazos cruzados.

Es por ello que redactaron un bando municipal en 1883 en el que sus intenciones quedaban muy claras: “Líjar, que se compone únicamente de 300 vecinos y 600 hombres útiles, está dispuesto a declararle la guerra a Francia, computando por cada diez mil franceses un habitante de esta villa”.

Placa conmemorativa del final de la guerra. | Ayuntamiento de Líjar

Para demostrar su poder y dejar aún más claras sus intenciones, explicaron que: “Es necesario que sepa el Territorio Francés, que España ostenta en su escudo, la insignia de más valor que puede ostentar la primera nación del Mundo. Tiene en la nada menos que un León. Cuenta la Historia Española, un Sagunto, un San Marcial, Bailén, Zaragoza, Otumba, Lepanto y un Pavía, que ninguna Historia de las que se conocen hasta el día puede presentar ejemplos tan terribles”.

El acta, redactada por su alcalde Miguel García Sáez y firmada por toda la corporación, concluía exponiendo que: “el Ayuntamiento de Líjar tomando en consideración lo expuesto por el Alcalde, acuerda unánimemente declararle Guerra a la Nación Francesa, dirigiendo comunicado en forma debida directamente al Presidente de la República Francesa, anunciando previamente al Gobierno de España esta Resolución”.

Lo cierto es que nunca llegó a haber ningún incidente. Todo se quedó en una declaración de intenciones, dejando más que patentes su valentía y su orgullo. Un conflicto que llegó a su fin el día 30 de octubre de 1983. La plaza del pueblo fue testigo y allí se firmóla paz entre Líjar y Francia. El alcalde, Diego Sánchez Cortés, reunió al cónsul francés en Málaga, Charles Santi, y al director provincial de la administración provincial, Fernando Fernández Montero, para llevar la paz a ambas naciones.

Senderos que ver en Líjar para descubrir su historia

Este pequeño pueblo almeriense cuenta más historias que ver en Líjar, aparte del conflicto con Francia. Y es que, hay huella humana en la zona desde la Prehistoria. Incluso, el municipio fue ocupado por los romanos y los cartagineses, que iban en busca de la grandeza de los minerales que se encuentran en esta zona del Valle del Almanzora.

Sus calles están dispuestas en gran parte por cuestas. Sus casitas blancas que contrastan con el verde de la zona le otorgan un encanto especial al lugar. Para adentrarse en esta historia existen varias rutas de senderismo, como la de las Huertecicas Bajas. Es un recorrido con alto contenido histórico que lleva al viajero hasta la Cueva del Moro, la posible gruta Megalítica y los restos árabes del Castillico, más sitios que ver en Líjar. Encontrarlo es muy sencillo, pues tan solo unos metros antes de llegar al núcleo urbano encontramos un enorme letrero con un mapa del recorrido.

Comienzo de la ruta de senderismo en Líjar. | María José Martínez/QVEA
Comienzo de la ruta de senderismo en Líjar. | María José Martínez/QVEA

Dónde comer en Líjar

Además de paisajes muy bonitos que ver en Líjar, también hay una gastronomía excelente. Puedes disfrutar de ella en el Bar Teruel, especialista en tapas, arroces y calamar. Está ubicado en la calle Antonio Sirvent número 7. Este es un punto de encuentro tanto para sus vecinos como para todos los visitantes, a los que reciben como uno más.

La iglesia de Vélez-Rubio destaca sobre el conjunto urbano como una mole sólida y elegante que se eleva por encima de los edificios que la rodean como si de un faro se tratase captando todas las miradas de velezanos y visitantes desde 1768

Todos los caminos conducen a Roma, igual que cuando llegamos a Vélez-Rubio por la A92-N, todas las direcciones te encaminan hacia la iglesia de Vélez-Rubio (de la Encarnación), que emerge sobre el caserío siendo visible desde de los cuatro puntos cardinales llevando al visitante hasta su planta en la plaza del mismo nombre.

La señorial fábrica de la iglesia de la Encarnación, mandada construir por el décimo marqués de Los Vélez, Antonio Álvarez de Toledo, destaca sobre el conjunto urbano como una mole sólida y elegante que se eleva por encima de los edificios que la rodean como si de un faro se tratase captando todas las miradas de velezanos y visitantes desde 1768.

Siendo este “corona y centro, y descubriéndose por todas partes como su principal adorno” escribía el cura Antonio José Navarro, contemporáneo de las obras de la iglesia. Esta construcción dieciochesca que sobresale en belleza es la obra cumbre del barroco en la provincia de Almería.

Historia de la iglesia de Vélez-Rubio

Iglesia de Vélez-Rubio. | Lázaro Martínez/QVEA
Iglesia de Vélez-Rubio. | Lázaro Martínez/QVEA

La monumentalidad de la iglesia de Vélez-Rubio y su ornamentación tanto interior como exterior captan la mirada del viajero que se queda sorprendido ante tan bello edificio. Pero para llegar hasta aquí, la fatalidad quiso que el 4 de marzo de 1751 un terremoto de considerable intensidad sacudiera Vélez-Rubio, destruyendo por completo la antigua parroquia de San Pedro.Ante esta situación, los vecinos suplicaron a don Antonio Álvarez de Toledo, décimo marqués de Villafranca y de Los Vélez, como patrono de los señoríos, que construyera una nueva iglesia.

Tras ordenar demoler por completo las ruinas de la antigua iglesia, encargó a fray Pedro de San Agustín que edificara un nuevo templo. La primera piedra se colocó el 25 de marzo de 1754 en presencia del administrador del marqués Pedro Ignacio Portillo, el alcalde y varios beneficiaros de la parroquia.

Quince años después de comenzar las obras se dieron por concluidas en diciembre de 1768 con la colocación de la última losa. Pero no sería hasta 29 de junio de 1769 cuando se bendijo el nuevo templo parroquial. El traslado del santísimo se efectuó el 25 de octubre del mismo año. Estuvo presente el marqués de Los Vélez y hubo diez días de festejos religiosos y espectáculos variados.

Con ocasión del 250 aniversario de este traslado, ha comenzado a celebrarse una recreación histórica de aquel acontecimiento que trajo hasta Vélez-Rubio cientos de vecinos de todo el marquesado de Los Vélez.

Exterior de la iglesia de la Encarnación

Detalle del escudo del marqués de Los Vélez. | Lázaro Martínez/QVEA

Antes de acceder al interior del templo, el visitante se queda sobrecogido por la impresionante fachada retablo pétreo con dos torres de 37 metros a cada uno de los lados. Es aquí donde todo el conjunto alcanza la máxima expresión decorativa y el mayor refinamiento artístico.

El retablo de piedra, dividido en dos cuerpos y un ático, invita al visitante a entrar a su interior. En el primer cuerpo destacan las figuras de San Blas y San Indalecio en sus hornacinas, patronos de Vélez-Rubio y de la diócesis de Almería.

Sobre el arco de medio punto de la puerta principal campea sobremanera el escudo heráldico don Antonio Álvarez de Toledo, duque de Montalto y Marqués de Villafranca y de Los Vélez, como constructor del templo. El escudo está divido en cuatro cuarteles en relieve, timbrado con una corona de tres yelmos y orlado por el collar del Toisón de Oro.

En el segundo cuerpo aparecen las figuras de San Pedro y San Pablo. Finalmente la fachada está coronada con un medallón oval con un altorrelieve de la Anunciación.

La iglesia de Vélez-Rubio, por dentro

Interior de la iglesia de Vélez-Rubio. | Lázaro Martínez/QVEA

La iglesia está proyectada con tres naves, crucero y cabecera recta. El alzado se resuelve por medio de pilares cruciformes y de contrafuertes profundos que cobijan capillas-hornacinas. Los muros articulados sobre pilastras entre los arcos en las naves laterales soportan las tribunas. Sobre el crucero se eleva una gran cúpula a 33 metros de altura apoyada sobre cuatro pechinas. En estas se encuentran tallados los cuatro evangelistas.

Si el visitante ha quedado sobrecogido con el exterior del templo, el interior es un cúmulo de sensaciones que elevan el alma hacia las alturas en actitud contemplativa y la mirada hacia el retablo de madera. El tema central es la Anunciación, mandado hacer por el obispo Claudio Sanz y Torres al escultor Francisco Antonio de Testa. En esta búsqueda hacia arriba se puede ver en el segundo cuerpo de la bóveda central un florón de estuco. Allí, una placa dice que “aquí cayo Lorenzo Duarte y no peligró. Año 1761”.

En las capillas laterales se pueden contemplar a San José, la Virgen del Carmen, la beata velezana Dolores Sopeña o los titulares de diferentes hermandades y cofradías. Entre ellos, la Virgen de los Dolores, el Santísimo Cristo del Perdón y de los Afligidos y la Virgen de la Esperanza. O el Señor de la Caja, Cristo articulado del siglo XVII con el cual se escenifica el momento de la crucifixión el Viernes Santo.

Otro elemento a destacar es el órgano construido en 1771 por el maestro organero Guillermo Donoyen, siendo una de las piezas más importantes del templo.

Órgano de la iglesia. | Lázaro Martínez/QVEA

Actualmente, se han reformado todas las vidrieras de la Iglesia destacando los motivos marianos, sobresaliendo la Inmaculada Concepción en la vidriera central.

La intensa visita a la iglesia de Vélez-Rubio, declarada Monumento Nacional en 1981, requiere después hacer parada en alguno de los bares que llenan la plaza de la Encarnación, centro de la vida social y religiosa de Vélez-Rubio. En el Martos, el Bar del Julio, la Peña Taurina o el Cortezas se degusta la rica gastronomía velezana.