Historiadores, sastres, remanecientes de Padules, almerienses e implicados de diferentes ciudades de España, son quienes se han dedicado durante años a realizar una meticulosa investigación de lo ocurrido en 1570.

Esta recreación histórica de la Paz de las Alpujarras pretende representar un hito que tuvo lugar en Padules hace más de 400 años, cuando Al Habaqui, capitán del autoproclamado rey de los moriscos, Muley Abdallah Abén Boo, rinde armas y bandera ante Don Juan de Austria, capitán y hermanastro del rey más poderoso de ese tiempo, Felipe II.

Desfile de las tropas. | Alba O./QVEA
Desfile de las tropas. | Alba O./QVEA

Por este motivo, sus integrantes se reúnen en este pueblo cada primavera vestidos de moriscos y cristianos para representar el tratado de paz que dio fin a las guerras entre ellos en 1570. Este escenario de carne y hueso se convierte en un referente para muchos municipios de la provincia, ya que es una puesta valor por la recuperación de sus raíces.

Desde 2013, durante dos días el siglo XVI se apodera de cada rincón del municipio. Sus participantes se pasean orgullosos caracterizados de soldados, nobles y plebeyos. Perfeccionándolo año tras año, son cada vez más las personas que deciden colaborar en esta actividad.

Cómo llegar a Padules

Este pueblo alpujarreño es principalmente conocido por albergar Las Canales de Padules, un divertido recorrido que la naturaleza formado con pozas y caños originados por el río Andarax. Situado entre Canjáyar y Almócita, para llegar al destino se debe coger la A-348 desde Benahadux, en dirección Alhama de Almería, continuando por esta carretera hasta llegar al cruce que indicará la entrada al pueblo. Padules se sitúa a tan solo 50 kilómetros de la capital y unos 50 minutos aproximadamente desde Almería.

¿Qué pasó en la Alpujarra en 1570?

Los padulenses eran conocedores de que la cruz situada en su pueblo tenía un significado histórico detrás. Una vez comenzó su restauración, vecinos del pueblo comenzaron a ponerse en contacto con historiadores con el fin de desvelar la historia de la Alpujarra y de Padules.

Tras una exhaustiva recopilación, descubrieron que la cruz recibía el nombre de Juan de Austria porque Padules había sido el territorio elegido por Don Juan de Austria para implantar su campamento en la guerra contra los moriscos, los cuales se sublevaron en 1568.

Sin embargo, D. Juan de Austria llegaba en 1560 a este pueblo con el objetivo de conseguir un acuerdo de paz, o de lo contrario, vencer a los moriscos. Dos caminos totalmente distintos que podrían haber cambiado el rumbo de la historia, aunque finalmente fue un día de 1570 cuando D. Juan de Austria y Muley Abdallah Abén, rey de los moriscos, pusieron fin a una guerra que estaba desabasteciendo estas tierras.

La base fundamental de la Paz de las Alpujarras es su rigor histórico, ya que todo lo que se expone durante ese fin de semana ha sido supervisado por historiadores y especialistas en materia del siglo XVI.

No hay límite edad para formar parte de esta familia, de hecho, la diferencia de edad, interracial y cultural, posiblemente sea lo que le haga especial.

La Paz de las Alpujarras: actividades durante el fin de semana

Campamento Don Juan de Austria. | Alba O./QVEA
Campamento Don Juan de Austria. | Alba O./QVEA

Para conseguir semejante celebración repleta de actividades, conciertos y desfiles, todo el pueblo trabaja duro durante el año para que esos días el medievo consiga instalarse en Padules sin dejar ningún detalle al azar.

El desfile de tropas desde la entrada del pueblo hasta la Plaza de la Iglesia, se considera la apertura de este ansiado fin de semana.

Tras llegar a la plaza, se da la bienvenida de mano del alcalde, agradeciendo a todos los visitantes y contribuyentes su presencia. Veteranos y principiantes, sin distinción entre ellos, representan varios bailes medievales con vestimentas acordes al siglo XVI. Cabe señalar que, para poder participar en la recreación, los trajes deben ser obligatoriamente confeccionados por sastres de costura encargados de imitar patrones originales.

Seguidamente, las tropas y el resto de asistentes se dirigen a la apertura del campamento D. Juan de Austria, donde durante la jornada se llevan a cabo actividades adecuadas para todas las edades, dando cabida al entretenimiento y la enseñanza. Toque de tambores, exhibiciones militares, pequeñas escaramuzas, un armero, las damas, o el propio pintor de la corte, son algunas de las recreaciones a contemplar.

Talleres de la época. | Alba O./QVEA
Utensilios de la época.| Alba O./QVEA

En el campamento que solamente cierra a mediodía y durante la noche se pueden presenciar exhibiciones como: la lectura del bando de Santa Fe; disciplina de picas y tiro con arco entre tropas cristianas y moriscas; variedad de talleres de vida cotidiana del siglo XVI (esparto, cocina, cetrería, ordeño de animales…).

Es abrumador como el realismo se apodera del campamento a modo de una acogedora ciudad que en su entonces se disponía para alimenta al ejército de D. Juan de Austria. En definitiva, un homenaje a lo que pudo ser Padules en 1570.

Al día siguiente, el pueblo se despierta con la diana floreada a cargo de la Banda de Guerra del tercio de D. Juan de Austria, dando lugar de nuevo a la apertura del campamento para la jornada del domingo.

Acto de rendición

Este hito está basado en los libros históricos de los historiadores de la época, Ginés Pérez de Hita y Mármol de Carvajal, quienes plasmaron todo lo que sucedía en ese momento en el campamento cristiano situado en el Real de Los Padules del Andarax.

Gracias a su narración se descubre que los moriscos capitaneados por Al Habaqui, interlocutor de Muley Abdallah Abén Aboo, rinde arma y bandea ante Don Juan de Austria, capitán y hermano del rey de España en ese tiempo, Felipe II. De esta manera, D. Juan de Austria finalmente opta por regalarle un anillo al rey de los moriscos debido a su gesto de rendición, llegando así al acuerdo de paz que ponía fin a tres años de guerra.

La Paz de las Alpujarras, un evento conocido a nivel nacional

Desde que Padules emprendió esta exitosa idea, atraídos por el tema han contactado con los organizadores para participar en este festejo. Desde Almansa, Zaragoza, Madrid o Granada, se trasladan grupos a colaborar, enfundarse en elaborados trajes y divertirse recreando el sigo XVI.

Padules se caracteriza de otras ciudades por la posibilidad de representar a los moriscos, debido a que eran la base fundamental de los que vivían en este pueblo alpujarreño, además de turcos, que aparecieron con el fin de ayudar a los moriscos en la guerra contra Felipe II.

Recreación de La Paz de las Alpujarras. | Alba O./QVEA
Recreación de La Paz de las Alpujarras. | Alba O./QVEA

Se debe tener en cuenta para aquellos interesados en acudir, que exceptuando la rendición que si conlleva preparación (representación de varios textos teatralmente), no es su objetivo hacer teatro, sino revivir y recrear un hito histórico de la forma más placentera posible.

Broche final a las jornadas

Además, este pueblo destaca en la Alpujarra por ser uno de los más elegidos por sus bares y restaurantes. Unas tapas o un buen solomillo a la brasa del restaurante ‘Barroso’ puede ser un buen plan para poner el broche final a estas jornadas.

La Paz de las Alpujarras podría considerarse la oportunidad idónea para visitar este municipio. Quién sabe si serás el próximo en participar en este acontecimiento cuya magnitud solo va en aumento.

Canjáyar se proclama por ser conocida nacionalmente como la fuente de aceite de la provincia de Almería. Es complicado que algún almeriense no conozca La Almazara de Canjáyar, uno de los mayores productores de aceite de oliva virgen extra. Sin embargo, este municipio alpujarreño cuenta con numerosos rincones atrayentes que merecen la pena visitar. La Iglesia de la Santa Cruz del Voto, la Ermita de San Blas, o el museo abierto Historia de la Villa de Canjáyar, son alguno de ellos.

Remaneciente de la cultura andalusí, este pueblo de la Alpujarra Almeriense mantiene su legado entre la agricultura y sus costumbres populares. Canjáyar se considera uno de los pueblos con un pasado ligado a la riqueza que proporcionó la uva, considerándose así un municipio que gozaría de cierta importancia durante esa época.

Cómo llegar a Canjáyar

Con poco más del millar de habitantes y rodeado por Padules y Ohanes, Canjáyar es un municipio situado en la comarca de la Alpujarra Almeriense. Para llegar hasta este destino se debe coger la A-348 desde Benahadux, en dirección Alhama de Almería, continuando por la misma carretera hasta llegar a una de las dos entradas del pueblo. A tan solo 47 kilómetros de la capital, se llegaría a vuestro destino en 45 minutos aproximadamente.

Qué ver en Canjáyar

La primera impresión de este pueblo de la alpujarra nos muestra sus rasgos de origen morisco, detectable en sus calles, arquitectura de antaño y sus casas escalonadas. En Canjáyar el punto de encuentro es la Puerta del Sol. Lejos de parecerse a la de Madrid, se trata de un pequeño cruce desde donde gusta partir a sus transeúntes y habitantes. Una vez encauzado el paseo, a pocos metros se encuentra la Plaza de la Constitución, el centro neurálgico del pueblo.

Una plaza prominente donde se levantan el Ayuntamiento a un lado y la Iglesia de la Santa Cruz del Voto a otro, separados a su vez por una alta fuente. Una plaza en la que Canjáyar disfruta de sus grandes acontecimientos.

La Iglesia y las fiestas de la Santa Cruz

Aparentemente similar a otros templos religiosos por su arquitectura, esta Iglesia solo abre un día al año una de sus dos puertas. Bautizada como la puerta del Ángel. Esta solo se abre el 19 de abril, día de celebración de la Santa Cruz del Voto. Situada en el centro del pueblo, contiene una de las joyas de Canjáyar, su patrona la Santa Cruz.

Templete de la Cruz Blanca. | Qué ver en Canjáyar
Templete de la Cruz Blanca. | Alba O./Canjáyar
Iglesia de Santa María del Voto. | Qué ver en Canjáyar
Iglesia de Santa Cruz del Voto. | Alba O./QVEA

La festividad comienza con el culto religioso ya desde el mediodía, pero sacando a la imagen del Ángel al anochecer en procesión hasta el Templete de la Cruz Blanca. Es en ese momento cuando solamente se abre la puerta del Ángel, ya que para el resto de ocasiones se emplea la puerta principal.

Cuando escuchas Cruz Blanca no imaginas ese reluciente templete blanquecino en una de las entradas del pueblo. Esta cúpula digna de presenciar está en pie desde 1996 y la corona una cruz. No mucho tiempo atrás, el ángel portaba un fajín rojo lleno de donaciones, pulseras y rosarios con promesas de sus devotos. Sin embargo, este tuvo que ser retirado para proteger el bienestar de la imagen.

Tras disfrutar de un día señalado para el pueblo, al siguiente día tras la misa solamente se desplaza la imagen de la Santa Cruz hasta la Ermita del Cerro San Blas, donde el clérigo procede a bendecir los campos desde un diminuto mirador que hay en el cerro. En su vuelta a la Iglesia, se planta la Santa Cruz para que sus devotos puedan besar la imagen y pedir un deseo.  

Al entrar a esta Iglesia del siglo XVI los ojos van directos al frente, entre colores dorados y un rojo pasión, el altar alumbra un brillo que acapara tu atención. Conforme avanzas, destaca del resto de iglesias una hornacina que envuelve el ángel sobre el altar. Desprende una luz especial, se podría decir que tanto esa iglesia como sus imágenes son especiales.

La historia de Canjáyar narrada por su Museo Abierto

Qué ver en Canjáyar a través de su Museo Abierto
Museo Abierto de Canjáyar. | Alba O./QVEA

En el camino de la Plaza de Abajo a la Plaza de Arriba, una serie de paneles cerámicos atraen la atención contando algunos de los episodios más representativos de la historia del pueblo. Esta colección artística distribuida al aire libre se inauguraba en el año 2006 durante la celebración de sus fiestas patronales.

Este Museo Abierto tiene su punto de inicio en el Ayuntamiento, situado en la Plaza de la Constitución, y continúa a pie de calle por sus principales plazas y fachadas, siguiendo así un orden cronológico. De esta forma, estos 22 murales narran los fundamentales acontecimientos, personajes y monumentos del municipio a través de narraciones históricas y pinturas.

Esta Plaza Nueva, a la que los canjilones llaman Plaza de Arriba tiene aroma a uva, y no porque huela a tal, sino por su ambientación parralera. Luce un monumento esculpido de un parralero en honor a este trabajo al que muchos se dedicaron durante esa época. Estas faenas eran típicas en Canjáyar y en toda la zona del Andarax.

Balsa de la Pará

Continuando el paseo por las calles de este municipio llegando a su calle principal de nuevo se encuentra su antiguo lavadero. En la mayoría de los pueblos de la comarca estos arrastran agua e intentan conservarlos manteniendo su esencia intacta sin aparente reforma, procurando no perder ese encanto de aquel lugar donde se reunían las mujeres para hacer la colada y sobre todo echar un buen rato de charla.

Justo a su lado se encuentran unas escaleras que desembocan en la Balsa de la Pará, una balsa en medio del pueblo que sigue con agua y juega un papel importante cada año. No es común toparse una embarcación de este tipo de forma tan cercana. Sin embargo, podría ser un regalo para aquellos que visiten el pueblo, ya que desde allí se puede divisar el pueblo en su totalidad.

El 14 de septiembre esta balsa pasa a tener un papel trascendental, debido a la Fiesta del Agua. De nuevo proceden a sacar la Santa Cruz durante una procesión que esta vez llega hasta el antiguo convento, hoy residencia de la Tercera Edad. Una vez finalizada la procesión, se disponen a soltar el agua de esta balsa para desembocar en forma de rías por sus calles, simbolizando que ese preciso año se ha llevado a cabo una afable cultivación.

Ermita de San Blas

Ermita de San Blas. | Alba O./QVEA

Una vez recorrido parte de este municipio, ya sea en coche o andando durante un rato más, se puede llegar al cerro de San Blas donde se encuentra su ermita. La Ermita de San Blas, en pie desde 1880 ,tiene aspecto de pequeño castillo debido a sus dos torres de campanario.

Durante el tiempo que la Iglesia estuvo reformándose, fue el lugar de celebración de las bodas. Canjilones y forasteros suben cada 20 de abril al cerro para la procesión, siendo esta la única vez que se abre la ermita durante el año. Allí también se encuentra el Mirador Manuel del Águila, desde donde se puede contemplar Canjáyar y alrededores.

Tras visitar la ermita y bajar de nuevo hacia el pueblo a escasos metros se encuentra una recogida Casa Cueva, dispuesta como museo y punto de información turística. Disponible desde 2014, este acogedor recopilatorio muestra a través paneles históricos, trajes tradicionales y diferentes obsequios que podrían considerarse reliquias. Es un buen plan para aquellos que no quieran irse sin saber todos los detalles de la historia de este municipio.

Barriada de Alcora

Además, Canjáyar cuenta con la Barriada de Alcora. Es recomendable coger el coche para desplazarse hasta allí ya que se sitúa a 4 kilómetros del núcleo del pueblo. Para sus escasos habitantes esta barriada es su hogar. Aunque perteneciente a Canjáyar, ellos afirman remanecer de Alcora cuando se les pregunta. Pasear por allí transmite el contacto con la naturaleza, niños jugando, cortijos con sus enredaderas y bastante tranquilidad. No obstante, el 24 de mayo tienen sus propias fiestas en honor a María Auxiliadora.

Los merengues con más recorrido de la provincia

Merengues de Canjáyar. | Alba O./QVEA

El paseo por Canjáyar empieza a llegar a su fin. Sin embargo, hay una parada obligatoria antes de dejar el pueblo. La mayoría de sus visitantes pasan por la pastelería Delicias de la Alpujarra, local situado en el corazón del pueblo que se dedica a vender por toda la provincia e incluso fuera sus delicias de azúcar, clara de huevo, merengue y limón. Este negocio familiar de más de 110 años lleva, junto a sus merengues, a Canjáyar por bandera.

Toda ruta necesita recargar fuerzas y si alguno no se ha animado a comprar merengues, cerca del punto de inicio del paseo se sitúa el Bar Joaquín, con una pequeña terraza al aire libre. Una tapa de pulpo a la gallega o una buena costilla se convierten en las opciones favoritas para sus comensales. Dado el clima que suele gozar Canjáyar, cualquier día libre le hace un destino apetecible para descubrir, siendo además sus fiestas patronales una oportunidad para conocer sus costumbres entre jolgorio y armonía.

Almócita se coloca a la cabeza como uno de los pueblos con más encanto de Almería

Almócita se coloca a la cabeza como uno de los pueblos con más encanto de Almería. Se trata de una pequeña población cuidada como ‘oro en paño’ por todos sus habitantes y visitantes. Paseando por ella encontrarás poesías en muchas de sus blanquecinas fachadas, una plaza del pueblo un tanto pintoresca, una Iglesia construida sobre una mezquita, o un Ayuntamiento ubicado sobre un aljibe árabe. Así es Almócita, un territorio de calles estrechas y rincones con historia, que conservan su legado morisco.

Y es que Almócita es de los pocos municipios que ha sabido conservar la arquitectura morisca de la provincia de Almería, sumando a ella un sinfín de arte urbano. El pueblo que conseguía en 2013 el sello de Guiness World Record por construir el candil más grande del mundo, no cesa su constancia por destacar.

Sin embargo, todo esto es simplemente un ápice de lo que queda por descubrir de uno de los lugares más especiales de España, en el que hoy daremos un paseo entre versos.

Cómo llegar a Almócita

Cualquier fin de semana es una buena ocasión para escaparse hasta este rincón de la Alpujarra almeriense, ya que es inusual que no se realicen actividades, talleres, rutas o fiestas en este pueblo a lo largo del año.

Para llegar hasta allí se debe coger la A-348 desde Benahadux, en dirección Alhama de Almería y continuar por la misma carretera hasta llegar al cruce que indicará la entrada al pueblo. Almócita se sitúa a tan solo 54 kilómetros de la capital, llegando al destino en unos 50 minutos aproximadamente desde Almería.

Conocido a nivel nacional, este pueblo de la Alpujarra se ha convertido en un referente cultural, principalmente debido al arte que desprenden sus calles, las cuales son pura inspiración. Además, este municipio con apenas 176 habitantes se corona como un ejemplo a seguir en su lucha contra la despoblación gracias a la cantidad de iniciativas que se han llevado a cabo, y las que continúan en marcha.

Panorámica de Almócita. | Alba O./QVEA
Panorámica de Almócita. | Alba O./QVEA

Comienzo del paseo por Almócita

Todas las rutas comienzan en un mismo punto, el bar del pueblo. En este caso, Almócita solamente goza de un bar, el Bar de la 3ª Edad. Este se encuentra situado en una pequeña plazoleta, acogedora para pasar ahí sentado horas.

Ocasionalmente en fin de semana, uno encuentra allí el mercadillo, donde poder saborear distintos dulces, o llevarse un recuerdo de sus productos artesanos. De esta forma, no se puede comenzar una ruta sin haber pasado antes por allí, a tomar una tostada de pan rústico de Padules y un café al cobijo de unos rayos de sol.

Ahora sí es momento de iniciar un idílico paseo por sus calles en armonía con la naturaleza. Aunque se debe tener cuidado, ya que resulta sencillo perderse entre todo lo que tienen que ofrecer.

Plaza de la libertad junto Nuestra Señora de la Misericordia. | Alba O./QVEA
Plaza de la libertad junto Nuestra Señora de la Misericordia. | Alba O./QVEA

Bajando de la plazoleta del bar se encuentra la plaza de la Libertad, la plaza oficial del pueblo. Una plazoleta atípica comparada con la del resto de pueblos de la zona, ya que es de forma rectangular, ajardinada, con una figura de piedra en su centro y una fuente decorativa.

Justo enfrente se visualiza su pintoresca Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Misericordia, construida a finales del siglo XVII, de estilo mudéjar, con una torre en el campanario que tuvo que ser reconstruida por el deterioro, y que resultó complicado ajustar al modelo original.

Calles vestidas de murales y versos

Poesía en las calles de Almócita. | Alba O./QVEA
Poesía en las calles de Almócita. | Alba O./QVEA

Desde este punto, la ruta comienza con la misión de descubrir todas las poesías y murales que hay en estado vivo por el pueblo, gran parte elaborados por profesionales durante la celebración de festivales locales.

Atravesando la calle Triana, se encuentra un poema de Mario Benedetti plasmado a gran tamaño en una casa de fachada blanca y pinceladas violetas.

Continuando por esa calle destaca uno de los murales más significativos del pueblo, por la lucha contra la violencia de género. Su asombroso realismo le distingue de los demás. En tonos grises y morados resalta el retrato de una de las tantas mujeres a las que representa. Fue tanta la transcendencia de esta ilustración, que llegó a ser galardonado en marzo de 2018 como uno de los mejores murales por la web internacional de arte urbano.

Mural contra la violencia de género. | Alba O./QVEA
Mural contra la violencia de género. | Alba O./QVEA

Dejando a un lado los versos, hay un momento en el que la ruta hace una parada en uno de los barrios con más magia del pueblo, el Barrio de la Judería. Este pueblo que perteneció al Reino de Granada y presenció la rebelión de los moriscos por toda la Alpujarra, ha querido conservar en una pequeña plazoleta este barrio. En ella vivió la comunidad de judíos que hubo asentados en el pueblo, un rincón que mantiene su esencia.

Sin embargo, en este barrio se encoge el corazón al deleitar el Almouseum Arte a Pie de Calle, una exposición que en un principio iba a ser cambiante y que tras ser un rincón tan especial pasó a ser permanente. Estas paredes están acompañadas de marcos con retratos entrañables de vecinos de Almócita, algunos que viven y otros que han dejado ahí su recuerdo.

Figuras relevantes en las calles

'Platero y yo' en las paredes de Almócita. | Alba O./QVEA
‘Platero’, uno de los rincones bellos de Almócita. | Alba O./QVEA

Retomando el recorrido por el pueblo, tropezamos con un estrecho callejón con coloridas pintadas  junto a fachadas que rebosan geranios y enredaderas. Haciendo referencia de nuevo a la lucha de las mujeres, muchos de estos maceteros tienen pintados rostros de mujeres relevantes como Agatha Christie. Además, luce clavada una frase de la cantante estadounidense Nina Simone: “Te digo lo que es la libertad para mí. No tener miedo”.

Durante este paseo otoñal se encuentran escritos como el poema ‘Renacimiento’ de Antonio Machado en honor a su 75º aniversario; ‘El mundo necesita poesía’ de Suso Sudón’; o estrofas de ‘Platero y yo’ de Juan Ramón Jiménez, acompañado de una colorida ilustración de Platero. Muchos de ellos se bautizaron como rincones bellos de Almócita el pasado 2020.

Un atardecer al detalle semejante a un lienzo, una ruleta que rebosa amor, o un pergamino que parece sacado de un libro con las siluetas de Don Quijote y su secuaz, hacen disfrutar cada paso que das e inspira a cualquier persona que pasea por estas calles.

Si la ruta comenzaba en el bar, suele terminar en el mismo lugar. El Bar de la 3ª Edad es raro no verlo lleno, y es que a su carne con ajos o su carne con tomate no se le resiste nadie antes de dejar el pueblo.

Un Museo Etnográfico, el Museo Provincial de la Uva del Barco, ‘La Modernista’, el Museo de la Escritura y exposiciones temporales, en los Museos de Terque

Existe un pueblo que lleva encargándose durante casi 20 años de recoger el legado cultural y etnográfico de la provincia de Almería, de forma que ha ido enlazando las tradiciones históricas con la cultura popular. Se trata del pequeño municipio de Terque (actualmente por debajo de los 400 habitantes), situado en la comarca de la Alpujarra y en el trayecto del Río Andarax.

Esta recopilación histórica ha dado lugar a cinco museos, los Museos de Terque, que tras recopilaciones infinitas y donaciones familiares, se han convertido en un tesoro cultural de la provincia. Gracias a la colaboración del Ayuntamiento y la Asociación de Amigos del Museo creada en el año 2002 por los vecinos de Terque, esta apuesta por la recuperación y conservación de este patrimonio sigue creciendo a través del Museo Etnográfico, Museo Provincial de la Uva del Barco, Museo de la Escritura Popular, La Modernista y la Cueva de San José.

Los inicios de los Museos de Terque

Esta aventura comienza en los años 80 cuando llega al pueblo Alejandro Buendía, un valenciano diplomado en Enfermería al que destinaron a los pueblos de Terque y Bentarique. Buendía se acaba casando con Lourdes, la hija de Paca la panadera. Paca decide cerrar la panadería, y este matrimonio ingenia la idea de guardar el mobiliario. Posteriormente solicitaría al Ayuntamiento un par de salas que albergasen varias exposiciones que habían decidido recrear.

Lo que no imaginaban fue como vecinos y forasteros, comenzaron a donar artilugios dotados de historia y gran valor sentimental. Un punto de partida en el que se decide dar un paso más en el proyecto, contratando un museólogo que analizara las piezas, y apostando por la riqueza cultural creando el Museo Provincial de la Uva del Barco.

Comienzo de la ruta por los Museos de Terque

El municipio de Terque no se caracteriza por su lejanía de la capital, ya que se encuentra situado a tan solo 29 kilómetros de ella. El trayecto más ameno para acercarse a conocerlo toma la ruta dirección Benhadux, siguiendo por la A-348 hasta llegar al cruce de Santa Fé. Tras tomar el desvío por la antigua carretera que atraviesa el Puente de Los Imposibles sobre el Río Andarax, se encuentra este pueblo de la Alpujarra Almeriense.

La ruta por los Museos de Terque comienza, como siempre que se visita un pueblo, en su plaza central, en este caso llamada Plaza de la Constitución, la cual se encuentra ambientada por los hombres mayores del pueblo que descansan en el bar Yolanda de sus labores, mientras cuentan sus peripecias.

El Museo Etnográfico

A pocos metros de allí se ubica el Museo Etnográfico situado en una de las casas señoriales de finales del siglo XIX, actualmente propiedad del Ayuntamiento. Asombra como tan solo al entrar se experimenta un viaje en el tiempo, rodeándote en un primer momento por los distintos oficios artesanales. Destaca el esparto característico de Almería, ya que antiguamente la conocían como la tierra de las tres cosechas: “mocos, legañas y esparto”, haciendo referencia a la conjuntivitis que provocaba la manipulación del esparto.

Los museos son de carácter provincial, aunque han adoptado figuras de toda España. Prueba de ello es la gran rueda de afilador procedente de Ourense, situada en la planta baja. En la misma planta, recogen uno de los establecimientos más añejos de la comarca: una botica que funda Francisco Sánchez en Terque en 1871, que acaba trasladando a Alhabia unos años después.

Museo Etnográfico, uno de los Museos de Terque
Frasco del siglo XIX con aceite de alacranes, que paliaba el cólico nefrítico. | Alba O./QVEA

Una botica que estuvo abierta durante tres generaciones  y que recopila medicinas que los boticarios elaboraban a partir de animales, minerales y plantas, además de mucho del instrumental que necesitaban para ello. Conservan medicamentos como los salicilatos de bismuto de la farmacia Vivas Pérez de Almería o el popular antidiarreico Tanagel, de la Farmacia Durbán. Sin embargo, destaca en sus estantes un frasco que aun conserva restos de aceite de alacranes, el primer tratamiento de urología conocido, útil para combatir el cólico nefrítico.

El museo etnográfico cuenta además con una sala dividida en dos. Por un lado se expone una antigua barbería; por otro, una sala con armas de caza y aperos para la crianza de los animales.

En la segunda planta, se encuentra una recreación de una pequeña clase de colegio llena de pupitres, libros escritos por niños y niñas, estuches de la época, entre otros objetos de valor. En la misma sala, están colocadas dos vitrinas con una gran colección de juguetes, en la que el ‘cozio’ se coloca como la pieza más antigua. Se trata de un objeto que servía para hacer la colada y que pertenece a 1870. Con motivo del auge que tuvo el trabajo de la uva, en Terque llegaron a vivir alrededor de 1.200 personas dando lugar a la existencia de cinco colegios.

En el resto de sus salas se recrean un dormitorio, una panadería, una mercería, e incluso una cocina con su despensa. Se conservan objetos de la vida cotidiana como una ‘espetera’ para colgar los utensilios, sartenes, embutidores o fiambreras que recibían el nombre de horteras.

En cambio, la tienda de comestibles de este museo es sin duda la cuna de los recuerdos para los visitantes. A cualquier persona que pase por ella le hará rememorar su juventud o su infancia. Por último, tras mucho tiempo detrás de él, consiguen gracias a la donación de la familia Algarra, un estanco emblemático de Almería que se situaba en el Paseo de Almería, y que ahora ocupa un espacio muy significativo de este museo.

La Modernista, tienda de tejidos del siglo XX

Continuando con el recorrido por las calles de Terque, se encuentra el Teatro Manuel Galiana, un antiguo almacén de uvas que actualmente acoge esta centenaria tienda de tejidos y de forma anexa, el Museo Provincial de la Uva del Barco.

En la entrada del museo se encuentra esta tienda enfocada a conocer la historia de las vestimentas de la época y los diferentes tejidos, acercando a los visitantes a objetos que ellos mismos han podido ver a lo largo de su vida. Esto es así porque se trata de mobiliario y elementos originales de una tienda de Alhabia que se mantuvo abierta hasta los años 70.

El prêt-à-porter (‘listo para llevar’) no se implanta hasta los años 50, por lo que las diferentes clases sociales acudían a esta tienda a comprar la tela para posteriormente confeccionar sus atuendos. Lo que más llama la atención es su gran mostrador ondulado, diseñado así para que trabajadores y clientes pudieran rezar; sus maniquíes con ropas tradicionales; la recuperación de trajes históricos como el azul y rojo de  Federico González, un niño de Alhabia que emigra a Nueva York convirtiéndose en uno de los padres fundadores del surrealismo estadounidense; la exhibición de la moda de los vestidos de novia de color negro; los mantones de manila que realmente eran originarios de China; o vestimentas de la Primera Guerra Mundial.

Museo Provincial de la Uva del Barco

Situado en el mismo museo, se encuentra quizás una de las salas con más valor histórico. Este recorrido cuenta como durante dos siglos la provincia de Almería fue mundialmente conocida por su uva de calidad, llegando a comercializarse en Alaska, Kenia, Singapur o Londres (los Fischer fueron unos de los grandes exportadores).

En primer lugar, se encuentra una exposición sobre la faena de la uva, que cuenta como se desató la fiebre del parral debido al gran potencial que empezó a obtener el pueblo de Ohanes, pionero en vender esa uva de carne prieta y piel muy gruesa al extranjero. Como consecuencia, la realidad social, económica y paisajística da un vuelvo en Almería.

Museo de la Uva de Barco, uno de los Museos de Terque
Consignataria de Buques de la familia Berjón (Almería, 1931). | Alba O/QVEA

También se consagró como una oportunidad para que la mujer se incorporase a la vida laboral, ya que comienzan las faenas, oficio en el que la mujer se encargaba de cortar la uva y quitar cualquier uva podrida que pudiese estropear el lote. Esta sala recoge sellos de exportadores, una colección de barriles, documentos de valor, y paneles que demuestran cómo esta fruta llegó hasta Estados Unidos gracias a la línea Almería-Nueva York, la cual tardaba 8 días y medio en hacer el recorrido.

Resalta como en uno de los paneles explicativos de la exposición, se plasma una fotografía de una tienda de Londres situada en el barrio pudiente de Notting Hill, en la que se observa como la uva de Almería era el fruto más caro de esa frutería.

Sin embargo, la joya de este museo sería la magnífica reconstrucción de una oficina consignataria de buques que pertenecía a la familia Berjón. Una oficina muy elaborada de maderas y vidrieras por fuera, y una recopilación de libros de cuentas, máquinas de escribir o antiguas cajas fuertes, entre otras reliquias por dentro. Estaba situada en el puerto de Almería, y era la parada obligatoria para aquellos barcos con destino a Liverpool, desde donde se distribuía la uva.

Museo de la Escritura Popular

Museo de la escritura en los Museos de Terque. | Alba O./QVEA
Museo de la escritura en los Museos de Terque. | Alba O./QVEA

El paseo cultural por los Museos de Terque continúa en la antigua Casa de los Yebra. Es el Museo de la Escritura Popular, donde los sentimientos florecen. Acoge más de 10.000 documentos y cartas, a través de los cuales se puede conocer como era la verdadera realidad social a la que se enfrentaban los habitantes de la provincia.

Al igual que el resto de museos destacan por la cantidad de historia que narran, en este museo puede que los visitantes salgan más emocionados de lo que entraron, ya que no abunda la oportunidad de leer de primera mano testimonios reales.

Cartas de amor de la época. | Alba O./QVEA

En esta exposición se recopilan desde cartas de amor que escribían las enamoradas a sus hombres destinados en la mili o viceversa, hasta cartas de los dos bandos enfrentados durante la guerra.

También cuenta con tarjetas postales; cartas enviadas desde Nueva York a Almería; tarjetas de visita que según se doblaran adquirían distintos significados; o retratos con escritos detrás que se convertían en el mejor detalle para regalar debido a que el fotógrafo solo acudía al pueblo en fiestas.

No obstante, en sus vitrinas destaca la conservación de un bote de yodo en el que el boticario de Alhabia redacta a letra comprometida de leer una esquela, o bien, algo que puede suscitar humor como son las chuletas ilegibles que se hacía un estudiante de ginecología para aprobar sus exámenes.

Exposiciones temporales en la Cueva de San José

Exposiciones temporales en los Museos de Terque
Exposición sobre la España de la posguerra. | Alba O./QVEA

Terminando el recorrido, en la cumbre del pueblo se encuentra este espacio cultural ubicado en una antigua casa cueva, algo que lo hace especial y único. Se trata de un centro dedicado a exposiciones temporales enfocadas en temáticas de producción propia de los Museos de Terque.

Ya son algunos años los que se dedican a recrear diversas exposiciones de carácter variopinto. Acogieron una en honor al 50 aniversario de la llegada del hombre a la Luna; una recopilación de palabras olvidadas y en desuso para así evitar su desaparición, en otra ocasión sobre costumbres navideñas; o una exposición sobre juguetes tradicionales y artesanos de la provincia de Almería.

En 2021 alberga una exposición sobre la España de posguerra (1939-1959) y se trata de la primera realizada en Almería con esta temática. En esta visita se encuentran multitud de testimonios que relatan las vivencias de esos duros años, y que el museo guarda dando la posibilidad a los transeúntes de leerlos.

No obstante, se muestran también cuadernos de niños de la escuela, ejemplares de tebeos, diplomas donados por aquellos que fueron a la División Azul, o materiales propios de la época.

Visitas guiadas a los Museos de Terque

Este plan se convierte esencial si se pretende conocer la potente historia de Almería en sus diferentes ámbitos. En un principio eran los propios vecinos de Terque los que se encargaban de abrir las puertas de los museos y meterse en el papel de guías por un rato cuando había visitas. Sin embargo, en la actualidad existen visitas guiadas los sábados, domingos y festivos.

Estas visitas museísticas concluyen en su punto de partida a la hora del mediodía. De esta forma, no hay mejor broche final a este plan de fin de semana que hacer una parada para tomar algo. Una tapa de carne con tomate o un ‘Alpujarreño’ (patatas con huevo y chistorra) en la terraza del bar Yolanda, se hacen irresistibles antes de dejar el pueblo.

Terque ha conseguido reunir parte de las raíces de muchos almerienses a través de tradiciones, oficios y costumbres que no se deben olvidar. Gracias a esta labor cultural que no cesa, son cada vez más los que deciden pasar un día en este pequeño pueblo de la Alpujarra, en el que se respira orgullo y dedicación entre sus habitantes. Se trata de un punto de encuentro tanto para jóvenes interesados en conocer la vida de sus antepasados, como para mayores que buscan regocijarse entre sus entrañables recuerdos.