El descubrimiento de hierro en el municipio hizo que fuera uno de las explotaciones más importantes del país a finales del siglo XIX

Lucainena de las Torres, uno de los tres municipios almerienses junto a Mojácar y Níjar que forman parte de los pueblos más bonitos de España, esconde varios lugares interesantes para conocerlos en profundidad. Uno de ellos son los hornos de calcinación, que evocan al importante pasado minero que tuvo esta población durante los siglos XIX y XX.

Cómo llegar a los hornos de calcinación de Lucainena

La mejor forma de llegar a los hornos de calcinación de Lucainena de las Torres es haciéndolo desde la autovía A-92 y la carretera nacional 340-a, dejando atrás Tabernas y llegando al desvío hacia la AL-3017. Una vez en el municipio, hay que buscar la AL-3105 en dirección a Turrillas.

El pasado minero de Lucainena de las Torres

Si bien Lucainena de las Torres era un municipio que vivía de la agricultura, tuvo su esplendor a finales del siglo XIX y principios del siglo XX con la minería, debido en parte a la aparición de mineral de hierro en las laderas de Sierra Alhamilla.

En 1896 es cuando se empieza a explotar de manera intensiva unos filones de hierro, que comenzarían a ser enviados por un ferrocarril minero construido para ello, que llegaba hasta el embarcadero de Agua Amarga. Ese año se empezaron a construir los hornos. Algunos terminaron de construirse en el 1900 y otros al año siguiente.

Una vez calcinado el mineral, se sacaba de la parte inferior del horno y se realizaba una limpieza manual. Más tarde era llevado en pequeños carros hasta unos muelles donde se alojaban los vagones del ferrocarril. La explotación se hacía a cielo abierto si el mineral se veía o bien se hacían galerías e incluso pozos. Llegó a haber tres: Pozo Nuevo, Pozo Viejo y El Obispo. Los minerales eran principalmente hierro y algo de cobre.

Panel con información de los hornos. | Javier Cortés/QVEA

Una de las mejoras que trajo consigo la minería fue la llegada del alumbrado eléctrico público y privado, gracias al sobrante de potencia de la central de la compañía minera, que acabó sustituyendo a la anterior de vapor. El pueblo contaría además con la instalación de un hospital, barberías, un teatro, agencias bancarias, empresas de carros de transporte, colegio y juzgado municipal.

Para entender la importancia de la minería hay que resaltar que a finales del siglo XIX existían ocho minas abiertas en Lucainena de las Torres. Entre ellas destacaban Riqueza, El Visto, La Macarena y La Gracia.

Con el paso del tiempo, la minería fue perdiendo importancia debido al agotamiento de los filones de hierro, las mejoras salariales de la época y la falta de personal, la competencia con los minerales norteafricanos y también por los cambios económicos derivados de la I Guerra Mundial hasta que, en 1942, los hornos dejaron de utilizarse y se acabó abandonando la actividad.

El ferrocarril, construido entre 1894 y 1896, estuvo en activo hasta 1942, fecha en la que las instalaciones mineras y ferroviarias fueron desmanteladas. La antigua vía de ferrocarril es hoy el precioso Camino Natural Vía Verde Lucainena de las Torres-Agua Amarga

Los hornos de calcinación de Lucainena

Hornos de calcinación de Lucainena. | Javier Cortés/QVEA

Los hornos (ocho en total) son construcciones en forma cónica más ancha en la base que en la parte final. Están construidos de piedra de la zona con una mezcla de barro y cal. La parte interior se encuentra revestida de ladrillo refractario (resistente, aunque debido al calor y al tiempo pueden llegar a fundirse). La parte exterior está recubierta por bloques de piedra de cantería. Los hornos tenían capacidad de 50 toneladas por cada uno de ellos y por día de carbonato calcinado.

Desde el mirador de los hornos se puede ver una panorámica de parte del valle y de la comarca de Los Filabres-Tabernas, y, en la sierra, puntos como el santuario de la Virgen de la Cabeza o la Tetica de Bacares.

La Senda Minera y la central eléctrica

Túnel en la Senda Minera. | Javier Cortés/QVEA

Desde los hornos de calcinación de Lucainena se puede continuar la visita hacia los restos de un poblado conocido como la Central Eléctrica Diésel y los talleres de Colmenillas. Para ello tendremos que pasar por un túnel para el que es necesario llevar una linterna y andar con cuidado para evitar caernos, si la visita la hacemos por la tarde.

En este lugar se encontraban algunas casas de los encargados de las minas y también de ingenieros. Desde aquí se distribuía la electricidad a las minas y al pueblo. Era también el centro del mantenimiento y reparación de maquinaria dentro del coto minero.

Restos del poblado minero. | Javier Cortés/QVEA

También había unos cuarteles donde los mineros descansaban y la llamada ‘Casa de Pobres’, en principio Casa Yarza, una pensión para las personas que buscaban trabajo y en la que se les daba alojamiento y comida. Si había alguna vacante, generalmente por fallecimiento, podían entrar a trabajar.

En esta zona también había una cuadra donde se encontraba la caballería, generalmente mulos, utilizada dentro de las minas. También un malacate, infraestructura que tenía la función de subir y bajar mineros y mercancía, parecido a un ascensor de la época.

Dónde comer después de visitar Lucainena

En Lucainena de las Torres encontramos varios bares para hacer parada tras la visita. Uno de los más destacados es el Restaurante Pensión Troje, situado en la calle Acueducto, junto al Ayuntamiento. Un lugar ideal para tomar un arroz campero o solomillo, con una Estrella Galicia sin gluten y cualquiera de sus postres caseros.

La iglesia de la Purísima Concepción destaca por sus vidrieras, que muestran el embarazo de la Virgen como si fuese una ecografía

En un lugar céntrico del pueblo de Turre, destacando sobre el resto de casas bajas por su tamaño y monumentalidad, se encuentra la iglesia de la Purísima Concepción, templo de finales del siglo XIX de estilo neogótico-mudéjar.

Tiene gruesos muros de cantería que se elevan formando una estructura pétrea. Tres naves, la principal más alta que las dos laterales, con planta de cruz latina. Adosada a la derecha de la fachada principal, una torre-campanario de estilo neomudéjar. Bonita, sí, pero, en apariencia, nada que destaque especialmente sobre el resto de templos de la provincia de Almería.

Lo especial de la iglesia de Turre está en sus vidrieras

Vidriera en la iglesia de Turre. | Víctor Visiedo P./QVEA

Y es que lo especial, lo distinto que la hace única en el mundo entero, está en su interior. Sus vidrieras están dedicadas a la mujer y a la vida. Cuentan el embarazo de la Virgen María como nunca antes se había hecho en un templo. Hay un feto encaminado hacia el canal del parto, el útero materno, un ovario…

Contemplar las vidrieras de la iglesia de Turre es casi como ver la gestación de Jesucristo con los ojos de un ginecólogo del siglo XXI. Y es que, en parte, así fue. Blas Carrillo, doctor ginecólogo de gran prestigio fallecido recientemente, fue el impulsor de este proyecto con el que ha logrado que la iglesia de Turre sea un monumento sin parangón.

El embarazo de la Virgen como nunca se había contado

Fue a finales de 2015 cuando el doctor Carrillo inauguró las primeras vidrieras, coincidiendo con el día de la Purísima Concepción. El arte sacro, desde los tiempos más remotos, ha servido no solo como elemento ornamental, sino para explicar la palabra de Dios. En este caso, algo poco habitual: la gestación de Jesucristo dentro de su madre, la Virgen María.

Y lo hace a través de tres rosetones que representan la fecundación, gestación y parto de Cristo. Ya lo dijo el propio Papa Francisco: “Jesús ha comenzado su camino en María, trascurriendo los primeros meses de vida en el vientre de la madre: no ha aparecido ya adulto y fuerte, sino que ha seguido todo el recorrido de un ser humano”.

Lateral de la iglesia de Turre. | Víctor Visiedo P./QVEA

Tras la muerte de su padre, estando Blas Carrillo en su misa de funeral en la iglesia, sintió la necesidad de convertir el templo de su pueblo en un homenaje a la vida. “El vientre materno es el santuario de la vida”, decía.

Las cinco vidrieras de la iglesia de Turre

Y así lo hizo, con cinco vidrieras, aunque su proyecto era mucho más ambicioso: “hacer de este templo un lugar único en el mundo”. Un deseo que puede quedar inconcluso por su inesperado fallecimiento, en septiembre de 2021, cuando solo tenía 73 años.

Actualmente hay cinco vidrieras que representan diferentes fases de la gestación. La primera, ya colocada en 2015, representa la fecundación. Está ubicada a sol naciente (a la derecha el altar), por lo que cada mañana, el primer rayo de luz del día fecunda el óvulo y da paso a la vida.

En la fachada principal (en el coro) se encuentra el magdala de la gestación. Una representación de un embrión de once semanas.

Y el tercer rosetón, ubicado a sol poniente (a la izquierda del altar),  es quizás el más impactante y llamativo de todos. Muestra un feto en el momento de iniciar el parto. “El sol poniente simboliza la muerte, pero que tiene su continuación con la resurrección, ya que al día siguiente el sol sale de nuevo y fecunda el óvulo”, explicaba Blas Carrillo.

Feto en una vidriera de la iglesia de Turre. | Víctor Visiedo P./QVEA
Feto en una vidriera de la iglesia de Turre. | Víctor Visiedo P./QVEA

Sobre la nave principal del templo hay otras dos vidrieras, las más nuevas, instaladas en agosto de 2018. Una con una mórula (masa esférica de aspecto de mora que resulta de la primera segmentación del huevo fecundado al iniciarse el desarrollo embrionario) y otra con una blástula (una fase posterior que consiste en una única capa de células, los blastómeros, que cierran una cavidad).

Los artistas detrás de las vidrieras

Si Blas Carrillo pasará a la historia como mecenas e ideólogo de estas obras, los artistas que han grabado su nombre para siempre en la iglesia de Turre son Víctor García Góngora, arquitecto y doctor en Bellas Artes, y su hermano, el maestro vidriero Manuel García Góngora. Ellos fueron los encargados de plasmar, con enorme belleza y técnicas innovadoras, la idea del doctor Carrillo. Para llevarlas a cabo realizaron una profunda investigación, no solo en la temática, sino en la técnica. Están elaboradas con termofusión, con estructura de acero corten y cortadas con una técnica milimétrica de agua a presión.

Un proyecto inacabado: una cúpula con forma de vagina

Blástula en las vidrieras de la iglesia. | Víctor Visiedo P./QVEA

Si la iglesia de Turre ya es bastante interesante y digna de visita con las cinco vidrieras actuales, si algún día se completase el proyecto de Blas Carrillo podría ser uno de los templos más espectaculares de Almería.

El proyecto ‘Deípara’, que ha contado con el apoyo del Obispado de Almería y la colaboración de Ayuntamiento de Turre, incluye un total de trece vidrieras. Junto a las de la mórula y la blástula irían otras dos: una secuencia de ADN y un embrión dentro de su bolsa.

En la fachada principal, los dos ventanales actuales a ambos lados de la puerta tendrían unas enormes vidrieras verticales. En una, la silueta de una mujer. En la otra, la de un hombre. Los dos elementos claves para la vida.

Y en el espacio principal de la iglesia, en el ábside, una enorme figura de mármol de una mujer con un niño en brazos presidiría el templo, bajo una enorme cúpula para la que existen dos ideas: o bien la pintura mural, o una enorme cúpula de metal y vidrieras con forma de ‘vesica piscis’, simbolizando una enorme vagina.

Qué más ver en la iglesia de Turre

Interior de la iglesia de Turre. | Víctor Visiedo P./QVEA

En la iglesia de Turre, además de contemplar estas llamativas vidrieras, el visitante debe prestar atención a las tallas que llenan tanto el retablo mayor como las naves laterales. El pueblo le tiene especial devoción al Padre Jesús Nazareno, Nuestra Señora de los Dolores y San Juan Evangelista. También hay tallas de San Francisco de Asís, patrón de Turre, y la Virgen de la Inmaculada Concepción, la patrona.

Solo se puede entrar durante las misas, o poniéndose en contacto con el Ayuntamiento para conseguir la llave, pues no hay un horario de visitas. Las misas son los jueves y viernes a las 18:30 horas, los sábados a las 19:30 y los domingos a las 12:30 horas.

Subir a la ermita de San Francisco de Turre

Ermita de San Francisco de Turre. | Víctor Visiedo P./QVEA
Ermita de San Francisco de Turre. | Víctor Visiedo P./QVEA

También es recomendable subir hasta la ermita de San Francisco, en coche apenas dos minutos por el camino de la Nava. Se trata de otro templo, más antiguo que la iglesia (siglo XVII) ubicado en el punto más alto del casco urbano. Desde allí se ve una panorámica de todo el pueblo y de la comarca del Levante Almeriense, con Mojácar a un lado, Vera y el cerro del Espíritu Santo al fondo y la impresionante Sierra Cabrera detrás.

Dónde comer tras la visita a la iglesia de Turre

Para finalizar la visita, el viajero debe saber que Turre tiene una de las gastronomías más importantes del Levante Almeriense. Es imprescindible probar sus caracoles en salsa y la morcilla turrera. Para ello, el sitio más tradicional es Casa Adelina, ubicada en la Avenida de Almería, la calle principal del municipio.

Situada en Vélez-Blanco, acoge el que es hoy símbolo de Almería

Todos los días cientos de camiones salen de Almería a recorrer el mundo cargados con las mejores verduras convirtiéndose en embajadores de las excelencias que produce nuestra tierra. En su deambular por las carreteras de media Europa no solo llevan el tesoro que producen nuestros invernaderos, sino que también lucen con orgullo uno de los legados más importantes que dejaron nuestros antepasados y que hoy es el símbolo de Almería, el Indalo.

Para descubrir esta figura enigmática del neolítico con unos 7.500 años de historia hay que visitar el lugar en el que apareció, la cueva de los Letreros en Vélez-Blanco.

Cómo llegar a la cueva de los Letreros

Tras dejar la A-92 a la altura de Vélez-Rubio, los indicativos de Patrimonio de la Humanidad señalan el camino en dirección norte por la A-317 hacia Vélez-Blanco.

Antes de llegar a la villa marquesal, a la izquierda, junto a la gasolinera, aparecen las señales de la cueva de los Letreros que indican por dónde seguir. Apenas un kilómetro y medio separa el desvío de este monumento declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1998, por ser el conjunto de arte rupestre más amplio de Europa y uno de los más importantes de la península Ibérica, siendo uno de los tesoros arqueológicos de la provincia de Almería.

A la cueva podemos acceder en coche o andando y disfrutar del bello paisaje que se abre a nuestro paso. El sendero comienza en camino de la Ribera de los Molinos al pie del macizo del Mahimón, uno de los lugares más reconocidos del Parque Natural Sierra María-Los Vélez. Es en esta gran mole de piedra caliza modelada por el agua de la lluvia en la que se albergan multitud de cuevas y abrigos donde los primeros pobladores de Los Vélez dejaron su impronta en forma de pinturas de su vida cotidiana.

Cien peldaños hasta las pinturas rupestres

A unos 700 metros del yacimiento nos encontramos a la derecha una pronunciada subida que nos sumerge en cultivos de almendros y un pequeño bosque de repoblación de pinos que nos llevan hasta la escalera que te lleva al interior de la cueva.

Casi un centenar de peldaños separan la explanada de las pinturas rupestres. A medida que vamos ascendiendo se puede contemplar la vegetación silvestre de la zona destacando el matorral y especies autóctonas del Parque Natural como la Centaurea Mariana y Sideritis stachydioides, vegetación esta que no debe ser muy diferente a nuestros antepasados prehistóricos.

Poco antes de cruzar la reja que protege el abrigo de los Letreros, las vistas que se observan son maravillosas, la subida merece la pena, frente a nosotros podemos contemplar la impresionante sierra de La Muela.

Cueva de los Letreros. | Lázaro Martínez/QVEA

El Hechicero de los Letreros y el Indalo

Pinturas rupestres en la cueva de los Letreros. | Lázaro Martínez/QVEA

Por fin, alcanzamos nuestro objetivo y podemos penetrar en el interior de la cueva de los Letreros. Localizado en la ladera oeste del Mahimón, su presencia se impone en una mirada semicircular que sobrevuela la vega de Vélez-Blanco.

Sus dimensiones son 25 metros de anchura, por unos 6 de profundidad y una altura que oscila en el área central entre los 8 y 10 metros. Sus pinturas se distribuyen en siete paneles, algunos localizados en bloques del suelo. El más importante es el panel principal, localizado en la pared izquierda del abrigo.

Este panel se desarrolla desde el suelo hasta una altura de tres metros y contiene un número de figuras entre las que destacan el denominado ‘Hechicero de Los Letreros’, conocido como ‘el Brujo’ y un conjunto de figuras bitriangulares entrelazadas que representan una forma de organización social basada en el parentesco.

En este árbol familiar solo se encuentran representadas las mujeres, a través de los triángulos, símbolos de la fertilidad. También podemos encontrar la figura del Indalo, símbolo de Almería. Sobre esta figura de brazos extendidos hay muchas teorías, pero parece que representa a un cazador sosteniendo un arco de flechas con ambas manos.

Igualmente aparecen cuadrúpedos, ciervos y cabras, así como figuras ramiformes, ondulaciones, soliformes y numerosas figuras antropomorfas. El resto de paneles incorporan algunas escenas particulares, como en el caso de la danza localizada en un bloque del suelo. Además aparecen figuras reticuladas, zoomorfos pictiniformes, antropomorfos de brazos en asa con tocado radial, escenas de caza. Tanto las figuras humanas como las de los animales son de pequeño tamaño, pero representan una gran expresividad y sensación de movimiento.

Descubrimiento de la cueva de los Letreros

Los Letreros fueron descubiertos por Góngora en 1898 y posteriormente por Breuil en 1935. Ambos investigadores fueron traídos hasta Vélez-Blanco por Federico de Motos, el farmacéutico del pueblo y aficionado a la arqueología. Además invitó a Hugo Obermeier y el abate Henri Breuil. También estuvo en contacto con Luis Siret, famoso investigador belga afincado en Almería.

Cronológicamente, las pinturas rupestres de la cueva de Los Letreros se sitúan en el Neolítico entre el VI y V milenio a. C., por lo que tienen una antigüedad de unos 7.500 años.

Este abrigo es el principal santuario prehistórico de la Comarca de Los Vélez, muestra del arte rupestre de estilo esquemático, tenido en un principio como escritura, de ahí el nombre “de los Letreros”. En el Mahimón, además de Los Letreros, existen otros abrigos con arte rupestre como son el abrigo de la Yedra, en la cara este; los Molinos I y II, en la solana; y en la parte oeste el abrigo de las Cobachas.

Visitar la cueva de los Letreros

Para visitar la cueva de los Letreros hay que ponerse en contacto con la Asociación Haz y Envés, que es la encargada de realizar las visitas todos los fines de semana y festivos. Para contactar con ellos hay que llamar al teléfono 694467136 o en el Centro de Visitantes Almacén del Trigo en Vélez-Blanco.

El municipio cuenta con una torre funeraria única en la comarca de Los Filabres-Tabernas que data del siglo II d. C.

El paso del Imperio romano por la Península Ibérica dejó grandes obras tangibles e intangibles: desde acueductos y calzadas para transportar agua y personas hasta el Derecho Romano, pasando por construcciones funerarias como el Mausoleo de Abla, ejemplo de la importancia que todas las civilizaciones han dado a los rituales funerarios y al enterramiento de sus seres queridos en lugares místicos y con objetos representativos de su vida, sobre todo si estos tenían un alto nivel adquisitivo y se trataban de personas de renombre.

Cómo llegar al Mausoleo Romano de Abla

Para llegar al Mausoleo Romano de Abla hay que hacerlo desde la autovía A-92, en el desvío 341. Tras dejar una gasolinera a mano derecha, a la izquierda nos recibe una Oficina de Información Turística al aire libre, con carteles explicativos de qué ver en Abla (y punto de WiFi). Al caminar unos metros más nos encontramos el Mausoleo.

El monumento funerario es realmente una torre de prácticamente cinco metros de altura (4,80 metros), con una puerta relativamente moderna, ya que fue restaurado hace algo más de una década.

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De vivienda a ermita de San Sebastián

El mausoleo se llegó a terminar de construir a finales del siglo II d.C. siendo uno de los monumentos romanos más representativos de Abla (antigua Alba) y de la comarca junto al pedestal de Avitiano, que suele ser una base en forma rectangular donde se apoya una columna o alguna pequeña construcción, en este caso, una cruz de hierro forjado, que se encuentra en la plaza de San Antón.

Esta localidad se mencionaba en los antiguos escritos como una de las paradas de viajeros de la actual provincia almeriense, junto a Urci, Abdera y Murgi.

Desde el siglo IV fue reutilizado como vivienda y a partir del siglo XVI se adaptaría hasta convertirse en la ermita de San Sebastián, función que tuvo hasta 1936, lo que le libró de un mayor deterioro. Al encontrarse a la entrada del pueblo, el  mausoleo era fácil de visualizar por los viajeros durante todas las etapas históricas que ha pasado Abla.

Cripta del Mausoleo. | Javier Cortés/QVEA

Características del Mausoleo Romano de Abla

El edificio consta de una planta cuadrada de 4,80 metros, levantado sobre un zócalo de pizarra y construido con un material de una gran dureza comparable al hormigón como es el opus caementicium. Dicho material era utilizado en época romana y contenía mortero y una variedad de piedras junto a otro material como el opus signinum.

Dentro del mausoleo se pueden diferenciar dos niveles. En la cripta inferior se encuentra el sarcófago de una persona ilustre de la época y la propia sala para el ritual funerario.

En la zona superior se puede ver en la cubierta, una bóveda de color gris oscuro y negro con un círculo blanco, bordeando cuatro aristas. Estos rasgos se destacan en parte de la arquitectura que dejaron los romanos a su paso por la península.

Bóveda del Mausoleo Romano de Abla. | Javier Cortés/QVEA

Restauración del mausoleo y nuevos hallazgos

La torre funeraria ha sido objeto de varios intentos de restauración hasta finales de septiembre de 2009. Y es que, dado el descubrimiento de la impermeabilización original, el hallazgo de los vestigios de otro mausoleo similar próximo y la aparición de restos de pintura en el interior, se mantuvo parado.

Así, se tuvo que hacer una redacción de un proyecto que incluyera que se prescindía del remate piramidal, la elevación de la puerta y la consolidación de los restos de pintura.

Más tarde hubo de nuevo otra redacción de proyecto para su remodelación y actualmente el edificio alterna partes antiguas con partes modernas, provocando cierta incoherencia. Además, en el inicio de la excavación del monumento en 1987 se descubrieron la fosa sepulcral y fragmentos de una escultura de mármol blanco, en el exterior, como atestigua el investigador Antonio Gil Albarracín.

El Imperio Romano en la provincia

El Imperio dejó un importante legado en la península Ibérica y en concreto en la actual provincia de Almería. Así, además del Mausoleo y el pedestal de Avitiano en Abla encontramos en la provincia los restos de un anfiteatro en el cerro de Villavieja, en Berja; Murgi, el Daymún o Ciavieja en El Ejido; el acueducto de Carcauz en Vícar; el puente de Alhama de Almería o los restos de los baños romanos en Sierra Alhamilla, en Pechina.

Dónde comer tras visitar el Mausoleo Romano de Abla

Hay varios bares y restaurantes que destacan cerca del Mausoleo. Sin lugar a dudas, uno de los más conocidos ((y premiado) es la Posada El Tío Peroles, con comidas vegetarianas, cocidos, solomillos, setas y lomo de orza entre otras tapas. Además disponen de menú y todo ello con una decoración exquisita del local.

En este municipio destaca también la Panadería Santos Mártires, en cuyo establecimiento se pueden comprar panes de chocolate, nueces, pasas y aceitunas, amén de otros bizcochos o dulces.

Ejerció durante casi un siglo su trascendental papel de guía para pescadores y marinos

El sol remolonea cada tarde mientras se pierde lentamente en el horizonte de Roquetas de Mar. Azul radiante en primer plano; despliegue de tonos anaranjados y rojizos en segundo. Dos inconfundibles siluetas, partes ambas de un todo icónico y emblemático que imprime carácter propio a este rincón de viejos marineros, se añaden a la mágica escena.

El espectáculo del ocaso desde el ‘kilómetro cero’ roquetero es gratuito y fiel: se repite cada día, y con él, también la contemplación de las principales joyas patrimoniales de Roquetas, nacidas siglos atrás de la necesidad de alertar, pero convertidas mucho tiempo después en historia viva y símbolos indudables de la que hoy es ya toda una ciudad.

Un faro ‘legendario’

El faro de Roquetas ejerció durante casi un siglo su trascendental papel de guía para pescadores y marinos. El castillo de Santa Ana, con igual importancia máxima en cuanto a su cometido, sirvió para alertar y defenderse de incursiones poco amistosas: piratas berberiscos en la mayoría de ocasiones, o invasores de cualquier otra calaña y similares pretensiones. Nos detendremos hoy en la luz. El de Roquetas forma parte del extenso ‘catálogo’ de faros legendarios que salpican la costa de Almería, desde Pulpí hasta Adra, y viceversa. Indisolublemente unido al pasado, su faro es también un elemento muy activo del presente de Roquetas de Mar.

Punto neurálgico y corazón de Roquetas de Mar

Costa roquetera desde el faro. | Fer Justicia

La disposición geográfica de Roquetas de Mar va unida indisolublemente a la línea que va trazando el litoral Mediterráneo en esta zona de Almería. Las envidiables playas urbanas roqueteras son un compendio de banderas azules, ‘Q’ de calidad y otras certificaciones que conceden oficialidad a aquello que salta a la vista (su extraordinario atractivo derivado de sus condiciones, dimensiones, servicios,…). Junto a las consideradas no urbanas y de igual e imponente belleza, encuentran en el faro de Roquetas y en el anexo castillo una suerte de punto neurálgico o de inflexión, desde el que se configuran las dos grandes zonas costeras de Roquetas, a su poniente y a su levante.

Desde aquí, en dirección Oeste, podemos encontrar la fantástica playa de la Bajadilla, que se adentra en la zona por la que el municipio se extendió décadas atrás, de la mano de su gran atractivo turístico: la Urbanización, o, para decirlo en ‘roquetero’, la ‘Urba’. Si seguimos en la misma dirección llegaremos a Playa Serena y a la Playa de Cerrillos, ya en la Reserva Natural Punta Entinas-Sabinar, una de las grandes joyas naturales de Roquetas y que se extiende hasta El Ejido.

Zona de esparcimiento junto al faro. | Fer Justicia

En la dirección opuesta, desde el faro y el castillo hacia el Este, lo primero que encontraremos será el puerto de Roquetas de Mar, objeto actualmente de una profunda remodelación (junto a todo el entorno de los dos emblemáticos edificios), que permitirá modernizar sus instalaciones y facilitar una mayor integración con la ciudad. Este es uno de los dos puertos con los que cuenta el municipio, ya que en el límite de levante se encuentra el de Aguadulce, aunque antes de llegar allí, y si seguimos la línea de la costa, recorreremos todavía la imponente playa de La Romanilla, y las de Las Salinas, Los Bajos y La Ventilla, así como otra zona natural, los humedales de la Ribera de la Algaida, que albergan una riquísima biodiversidad.

Y en el centro de todo, en pleno corazón del lugar como si fuera la punta afilada de un compás sobre el que pivota todo lo demás, los verdaderos estandartes del patrimonio histórico y sentimental de Roquetas de Mar.

La mano de Isabel II en el faro de Roquetas

Más de 80 años de servicio repartidos durante dos siglos contemplan al Faro de Roquetas de Mar, que comenzó a avisar a los barcos de la inminente presencia de tierra poco después de que la Reina Isabel II atendiera la petición de la incipiente localidad almeriense, inaugurándose en diciembre de 1863, casi al par que el primitivo fondeadero, y luego puerto, roquetero.

La monarca había arribado en barco a Almería el año anterior, comprobando de primera mano la necesidad de contar con una luminaria en este punto del litoral, por lo que los trámites para su construcción no se demoraron.

Fin del uso como faro

El faro cerró su etapa de luz en mayo de 1945, cuando su utilidad llevaba varios años en entredicho. Su torre mide 9,5 metros, lo que se debe unir a la elevación del terreno, situándose a algo más de 17 metros sobre el nivel del mar. El alcance de su linterna era de 9 millas y era especialmente útil para las operaciones de entrada a la ensenada natural donde se construyó el puerto.

El hecho de no contar con unas dimensiones especialmente grandes y el crecimiento de las instalaciones portuarias contribuyeron a que no permaneciera en el tiempo como linterna de referencia. Su presencia incluso podía ser perjudicial para las embarcaciones que se aproximaran al puerto, debido a la nueva configuración del mismo. Así sucedió tras la construcción del muelle de poniente y el dique de levante, que no existían cuando se puso en funcionamiento el faro.

Foco de manifestaciones culturales en Roquetas

Exposición en el faro de Roquetas. | Fer Justicia

Pero este final de su vida útil ni mucho menos hizo que se ‘acabara’ la trayectoria del coqueto faro roquetero. Con posterioridad tuvo, y sigue teniendo, distintos usos que le permitieron seguir siendo una edificación viva y práctica.

El faro de Roquetas en sí emerge de una pequeña construcción de planta rectangular que hizo las veces de residencia para el farero, y posteriormente para el encargado del puerto de Roquetas, durante varios años más. Se convirtió mucho después en una instalación cultural ideal para pequeñas exposiciones y muestras de las más variopintas manifestaciones artísticas.

El faro de Roquetas, uno de los edificios con más solera del Poniente Almeriense

Entre medias, el edificio se sometió a unas obras de restauración que permitieron devolverle el esplendor que hubiera podido dejar por el camino a causa del tiempo. En la actualidad presenta un muy buen estado de conservación. Ello le hace ser uno de los edificios históricos con más solera del municipio y de toda la comarca del Poniente Almeriense. Así, cuenta con dos estancias habilitadas como salas de exposiciones, las habitaciones que en su día fueron utilizadas como vivienda, y que albergan material expositivo de manera permanente.

El faro es gestionado por el Ayuntamiento de Roquetas de Mar, cuya área de Cultura va renovando con periodicidad las muestras. Esto permite que a lo largo de todo un año sean varias decenas las que puedan ser contempladas por sus visitantes, y abarcando un amplio abanico de disciplinas: pintura, fotografía, escultura, maquetas, moda…

Cómo visitar el faro de Roquetas

Faro de Roquetas. | Fer Justicia

La visita a las instalaciones del faro de Roquetas de Mar es gratuita y, salvo las eventuales restricciones a causa de la crisis sanitaria, permanece abierto de lunes a sábado en un amplio e ininterrumpido horario, hasta las 21:00 horas, aunque el visitante no debe esperar poder subir a la torre, ya que esto no está contemplado.

No obstante, las vistas desde su pie son igualmente inconmensurables, estando considerado este lugar como el punto más emblemático de los miradores naturales de Roquetas.

Las exposiciones que se ofrecen en su interior suelen tener una permanencia de en torno a 15 días y se caracterizan por la alta calidad de las propuestas artísticas.

Pese a estar separado por varias decenas de metros del castillo de Santa Ana, puede decirse que ambos monumentos forman parte de un mismo recinto, con amplias zonas para el paseo, el esparcimiento y la contemplación del mar. Bajo sus pies, el final de la Playa de La Bajadilla y esas características ‘roquetas’ donde rompen las olas y que dan nombre a la propia localidad.

Así, lo más habitual es realizar la visita de todo el complejo, incluidas ambas instalaciones, y contemplar no solo las exposiciones de arte, sino los propios edificios históricos.

Dónde comer tras visitar el faro de Roquetas

Roquetas de Mar es la localidad con mayor número de visitantes y turistas de toda la provincia de Almería y destaca por la calidad y la cantidad de sus bares, restaurantes y chiringuitos. El faro, el castillo y el puerto cuentan en sus alrededores con decenas de lugares donde completar de la mejor manera posible la visita a este corazón roquetero, ubicados en el populoso barrio homónimo, el barrio del Puerto.

El restaurante Alejandro, en pleno puerto de Roquetas, a muy pocos metros del faro, es uno de sus principales emblemas gastronómicos y de hecho es un habitual en los reconocimientos de estrellas Michelín. Los productos frescos del mar y de la huerta almeriense son la base de su cocina de autor.