El castillo de Vélez-Blanco es uno de los monumentos más emblemáticos de toda la provincia de Almería

Impasible al paso del tiempo, la silueta del castillo de Vélez-Blanco recorta majestuosa el horizonte. La fortaleza, elevada sobre un cerro, domina toda la localidad y el valle que tiene a sus pies convirtiéndose en uno de los monumentos más emblemáticos de toda la provincia de Almería.

Para conocer en profundidad este castillo, declarado monumento nacional en 1931, tenemos que hacer dos viajes:  uno al norte de la provincia de Almería, Vélez-Blanco, y el segundo hasta el corazón de la Gran Manzana, al Museo Metropolitano de Arte de Nueva York.

Panorámica del castillo de Vélez-Blanco. | Lázaro Martínez/QVEA
Panorámica del castillo de Vélez-Blanco. | Lázaro Martínez/QVEA

Cómo llegar al castillo de Vélez-Blanco

Para adentrarnos en las entrañas de esta fortaleza-palacio (mandada construir por don Pedro Fajardo Chacón, I Marqués de Los Vélez entre 1506 y 1515, con el fin de convertir la villa velezana en el centro administrativo de su gobierno) hemos de  desplazarnos hasta Vélez-Blanco, al norte de Almería.

El castillo no tiene pérdida, desde la A-92N impacta la imagen del recinto que se eleva erguido sobre el cerro del mismo nombre. Al llegar a la altura de Vélez-Rubio hay que desviarse por la A-317 hacia Vélez-Blanco, que dista 6 kilómetros, dejándonos la circunvalación del municipio a los pies del castillo.

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Otra de las opciones es adentrarse en el municipio y atravesar a pie toda la trama urbana, perdiéndose el visitante por sus calles. Esto permite conocer de primera mano el entramado de la Morería, así como diferentes elementos urbanos de interés como la fuente de los Cinco Caños o restos de la antigua muralla.

Este recorrido comienza en la calle Corredera para subir por Hospital y desde aquí cualquier trasversal conduce al viajero a los pies de la fortaleza por alguna de las tortuosas calles del barrio de la Morería. O bien cruzar el pueblo en coche y pasar por la calle Corredera para comenzar el ascenso a la izquierda por las empinadas calles Vicente Sánchez y Castillo que nos conducen a los pies de la fortaleza.

Inicio de la visita al castillo de Vélez-Blanco

Escudo de los Fajardo. | Lázaro Martínez
Escudo de los Fajardo. | Lázaro Martínez

La visita al conjunto monumental del castillo de Vélez-Blanco la iniciaremos por el perímetro exterior, partiendo del gran arco rebajado que abre al visitante a la magnífica vista de la localidad.

En nuestro caminar lo primero que encontramos es un lienzo de pared, restos de la primitiva alcazaba musulmana que contrasta con los robustos muros de sillería del castillo. En este recorrido el viajero se topa con la firmeza y solidez de las paredes del castillo a un lado, y al otro la belleza que observa al caminar como la primitiva iglesia de la Magdalena a los pies, el entramado arquitectónico de tejados y casas blancas de Vélez-Blanco y al amplio valle que se abre hasta el macizo de La Muela y la vista al fondo del castillo de Xiquena, en la vecina Lorca.

Los lienzos exteriores están decorados con los escudos de armas de Fajardo y de la Cueva correspondientes a D. Pedro Fajardo, primer marqués de los Vélez y a su segunda esposa Dª Mencía de la Cueva. Continuando con el paseo, aparecen diferentes elementos defensivos del edificio. En el extremo norte, la torre albarrana sobresale de la construcción para proteger la poterna o puerta auxiliar del castillo. Para volver por debajo del puente hasta la puerta que da acceso al primer recinto.

Interior del castillo de Vélez-Blanco

Entramos al castillo por el extremo sur, que da acceso al primer recinto, que corresponde a una construcción auxiliar. En este patio se encontraban las caballerizas, la casa de los pajes, cocinas y dependencias de los criados.

Una escalera nos conducirá a una pasarela de madera, a unos diez metros del suelo, que conecta la parte militar con la palaciega. La entrada principal de la fortaleza está blasonada por el escudo de don Pedro Fajardo, que da acceso a un vestíbulo, donde encontramos una sala expositiva en la que podemos observar varias maquetas del castillo además de diferentes paneles que dan a conocer la historia del edificio.

El Patio de Honor y su ‘viaje’ al Museo Metropolitano de Nueva York

El patio, desposeído de todo ornamento al ser vendido en 1904 a un anticuario francés, conserva diferentes elementos de la cornisa, así como una gárgola en una de sus esquinas, además del brocal del pozo que da acceso a un aljibe, de época nazarí, todos ellos originales.

La joya del palacio lo constituye el Patio de Honor de estilo renacentista, realizado por arquitectos italianos en mármol blanco de Macael. Al entrar, sorprenden las paredes vacías del recinto y la impresionante torre del homenaje de 33 metros de altura, donde se encuentra impreso el escudo de armas del primer marqués.

Será en 1913 cuando los mármoles del patio sean adquiridos por Florence Blumenthal, para la vivienda que estaba construyendo en la Quinta Avenida de Nueva York. A su muerte, la colección fue donada al Museo Metropolitano de Nueva York, instalándose definitivamente en 1945 en una de las salas principales del museo.

Patio del castillo de Vélez-Blanco en Nueva York. | Lázaro Martínez/QVEA
Patio del castillo de Vélez-Blanco en Nueva York. | Lázaro Martínez

Resto del castillo

En la segunda planta, a la que accedemos por la escalera contigua al patio, entramos en las salas nobles del alcázar, el salón del Triunfo y de la Mitología, donde estaban ubicados unos ricos frisos tallados en madera que hacían alusión al triunfo del César en las Galias y los trabajos de Hércules. Hoy se encuentran en el Museo de Artes decorativas de París.

La visita continúa por la galería mirador con seis arcos orientados hacia el pueblo desde donde se pueden ver una bonita panorámica de la villa y el valle.  El resto del castillo que da acceso a la torre del homenaje y a otras dependencias se encuentra cerrado en espera de diferentes actuaciones de consolidación.

Vistas del valle desde el mirador. | Lázaro Martínez
Vistas del valle desde el mirador. | Lázaro Martínez

Historia del castillo de Vélez-Blanco

La familia Fajardo se afincará en el municipio tras la permuta del puerto de Cartagena y la creación del marquesado de Los Vélez. Desde su construcción, el alcázar velezano ha estado sometido a diversos avatares históricos. Este castillo representa la fuerza y el lujo familiar de la nobleza frente al poder central de la corona.

Construido entre 1506 y 1515, mezcla elementos de estilo gótico con el renacentista. A finales del siglo XVI entró en decadencia, siendo sustituido como residencia marquesal por la corte madrileña. En la actualidad el castillo pertenece a la Junta de Andalucía, desde que lo compró a su dueño en 2005. El gobierno andaluz tiene un proyecto de recuperación del todo el edificio, en el que se incluye una reproducción del patio.

Horario del castillo de Vélez-Blanco

La visita al castillo es gratuita. Está abierto desde el 1 de abril al 30 de septiembre de miércoles a domingo de 10:00 a 14:00 horas y de 17:00 a 20:00 horas. De 1 de octubre al 31 de marzo de miércoles a domingo de 10:00 a 14:00 horas y 16:00 a 18:00 horas. Cerrado: 1 y 6 de enero, 1 de mayo, 24, 25 y 31 de diciembre. Festivos nacionales, autonómicos y/o locales, consultar por teléfono o correo electrónico.

Continuar la visita por Vélez-Blanco

Junto al castillo de Vélez-Blanco también podemos visitar el aljibe árabe o la iglesia de la Magdalena. La visita por Vélez-Blanco puede continuar conociendo las diferentes fuentes que hay a lo largo de todo el municipio, además de la iglesia de Santiago, el Alporchón o el Centro de Interpretación del Parque Natural Sierra de María-Los Vélez.

Una vez finalizada la visita, podemos recuperar fuerzas en cualquiera de los muchos bares y restaurantes que llenan Vélez-Blanco. Junto al castillo está el Mesón Antonia. Y si hemos seguido por el pueblo, podemos hacer un alto en El Molino o El Palacil, especializados en carnes.

El Museo del Esparto es una de las señas de identidad de El Contador, localidad perteneciente al municipio de Chirivel, situada a los pies de la sierra de María, en el límite con la provincia de Granada por la A92-N. El esparto, un material que ha sido importantísimo en la agricultura, ganadería y economía de la comarca de Los Vélez, fundamentalmente desde el siglo XVIII y que tiene su propio espacio por descubrir en esta localidad. No en vano es el museo del esparto más importante del mundo.

Cómo llegar al Museo del Esparto de Chirivel

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Al acceder a la localidad de El Contador, tras dejar la autovía (salida 76 si se llega desde Vélez-Rubio y la 82 si se viene desde Granada), todas sus calles te llevan al centro de la localidad. La plaza de San Antonio es un amplio espacio ovalado por el que pasa toda la vida del centenar de vecinos que llenan sus casas. Es el centro neurálgico desde el que parten las calles que conducen al lavadero y al teleclub, a la Iglesia, a la escuela, a la panadería, a las eras y siguiendo por la calle Ballesteros hasta el Museo del Esparto.

Plaza de San Antonio en El Contador. | Lázaro Martínez/QVEA

Un rincón en Los Vélez ideal para descansar

Este pequeño rincón de Los Vélez es un lugar ideal para descansar, salir de la vorágine del trasiego diario, del ruido y pasar unos días tranquilos. Este remanso de paz permite desconectar y deambular por sus calles en silencio, roto a veces, por el sonido de los cencerros de algún rebano de ovejas y cabras; o pasear por un bosque de encinas y dehesas por la carretera de la Tala y Asprillas, un bonito recorrido a la salida del pueblo, pero lo que no se puede dejar de visitar es una de las señas de identidad que atesora, el Museo del Esparto. Centro que recoge la vida tradicional del municipio y su entorno, donde el esparto ha representado, en la vida del hombre un complemento muy importante para su quehacer diario en cuanto a la vestimenta, el calzado o el transporte.

El esparto en Los Vélez

Planta del esparto. | Lázaro Martínez/QVEA

La orografía montañosa y las llanuras hacen posible una gran cantidad de paisajes, así como el clima frío y húmedo en invierno y caluroso y seco en verano condicionan la presencia de especies animales y vegetales. En la Comarca de Los Vélez en general y en Chirivel y su entorno en particular, se han recolectado plantas como el tomillo, el romero o el espliego para la extracción de esencias aromáticas para su uso medicinal, de ahí la existencia de alambiques por toda la comarca para la extraer la esencia.

Sin embargo, tendrá un papel predominante la recolección del esparto, planta que ha acompañado a los vecinos de la zona desde le prehistoria hasta la mitad del siglo XX. En el siglo XVIII se intensificó la recolección de esta planta en Chirivel debido a la revalorización que tuvo, convirtiéndose en fuente de trabajo y vida de sus habitantes.

Esta planta se caracteriza por tener hojas foliformes arrolladas llegando a medir hasta un metro de longitud. Su cultivo se da fundamentalmente en la mitad meridional de la península. En España su mayor presencia se da en el sureste, destacando las provincias de Almería, Granada y Murcia, aunque también se da en Valencia, Ciudad Real y Albacete. En Chirivel se dan las condiciones idóneas para su desarrollo.

El Museo del Esparto de Chirivel

Diferentes tipos de utensilios hechos con esparto. | Lázaro Martínez/QVEA
Garrafa enguitada. | Lázaro Martínez/QVEA

Todo este mundo, en el que los habitantes del medio rural han utilizado esta planta de la familia de las gramíneas, se refleja en el Museo del Esparto. Situado en una antigua casona, el museo consta de una sala en la que recogen piezas de todo tipo labradas a mano con las fibras obtenidas de esta planta silvestre.

En su interior se pueden contemplar diferentes tipos de utensilios como albardas, barjas, capazos, garrafas enguitadas, esparteñas y la reproducción de un pajar, con todos sus aperos. Además de una muestra de diferentes tipos de trenzados como el cordel, la guita, la soga de ramales, la guita retorcida, rabo de gato, la técnica de clineja o la pleita, así como diferentes paneles explicativos sobre la historia del esparto y su evolución.

El esparto supuso para esta sociedad una materia prima que servía para los quehaceres diarios tanto de la agricultura y la ganadería. Desde los tiros que se utilizaban para la labranza, contenedores para el trasporte de mercancías: aguaderas, capazos, espuertas, sembraderas. Para el uso doméstico también tenía su importancia como es el caso del empleo de cordeles para los asientos de las sillas, las esteras para limpiarse los zapatos o el uso de las esparteñas.

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Para visitar el Museo del Esparto hay que ponerse en contacto con el Ayuntamiento de Chirivel para concertar día y hora. El teléfono de contacto es el 639394465

Qué ver en El Contador

Iglesia de San Antonio de Padua en El Contador. | Lázaro Martínez/QVEA

Además del Museo del Esparto, en nuestro paseo por la pedanía de El Contador hay que hacer parada obligatoria en la Iglesia Parroquial de San Antonio de Padua, erigida en 1900. El edificio, de estilo historicista popular, es de finales del siglo XIX y se construyó sobre una antigua ermita de principios del 700.

Cuando hace su llegada el invierno, justo unos días antes de Navidad, podemos asistir a las peculiares misas de gozo en las cuales una pequeña «cuadrilla» de músicos interpreta las diferentes partes de la eucaristía. Estas misas se realizan de madrugada antes de la salida del sol y suelen terminar con un baile en la plaza del pueblo. En la misa del gallo, en Nochebuena, la «cuadrilla» vuelve a interpretar sus coplas entre las que destacan los antiquísimos aguinaldos junto con las parrandas, seguidillas, jotas y malagueñas…

Dónde comer tras visitar el Museo del Esparto de Chirivel

Para retomar fuerzas después de la visita hay que hacer parada obligatoria en el Teleclub donde se pueden degustar toda clase de comidas caseras, siendo típico el arroz con cabeza de cordero para la fiesta de San Antonio. También se puede descansar en un pequeño hotel rural la Casona de Don Bruno. Una mansión restaurada del siglo XIX con piscina cubierta y jardines.

Situada en Vélez-Blanco, acoge el que es hoy símbolo de Almería

Todos los días cientos de camiones salen de Almería a recorrer el mundo cargados con las mejores verduras convirtiéndose en embajadores de las excelencias que produce nuestra tierra. En su deambular por las carreteras de media Europa no solo llevan el tesoro que producen nuestros invernaderos, sino que también lucen con orgullo uno de los legados más importantes que dejaron nuestros antepasados y que hoy es el símbolo de Almería, el Indalo.

Para descubrir esta figura enigmática del neolítico con unos 7.500 años de historia hay que visitar el lugar en el que apareció, la cueva de los Letreros en Vélez-Blanco.

Cómo llegar a la cueva de los Letreros

Tras dejar la A-92 a la altura de Vélez-Rubio, los indicativos de Patrimonio de la Humanidad señalan el camino en dirección norte por la A-317 hacia Vélez-Blanco.

Antes de llegar a la villa marquesal, a la izquierda, junto a la gasolinera, aparecen las señales de la cueva de los Letreros que indican por dónde seguir. Apenas un kilómetro y medio separa el desvío de este monumento declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1998, por ser el conjunto de arte rupestre más amplio de Europa y uno de los más importantes de la península Ibérica, siendo uno de los tesoros arqueológicos de la provincia de Almería.

A la cueva podemos acceder en coche o andando y disfrutar del bello paisaje que se abre a nuestro paso. El sendero comienza en camino de la Ribera de los Molinos al pie del macizo del Mahimón, uno de los lugares más reconocidos del Parque Natural Sierra María-Los Vélez. Es en esta gran mole de piedra caliza modelada por el agua de la lluvia en la que se albergan multitud de cuevas y abrigos donde los primeros pobladores de Los Vélez dejaron su impronta en forma de pinturas de su vida cotidiana.

Cien peldaños hasta las pinturas rupestres

A unos 700 metros del yacimiento nos encontramos a la derecha una pronunciada subida que nos sumerge en cultivos de almendros y un pequeño bosque de repoblación de pinos que nos llevan hasta la escalera que te lleva al interior de la cueva.

Casi un centenar de peldaños separan la explanada de las pinturas rupestres. A medida que vamos ascendiendo se puede contemplar la vegetación silvestre de la zona destacando el matorral y especies autóctonas del Parque Natural como la Centaurea Mariana y Sideritis stachydioides, vegetación esta que no debe ser muy diferente a nuestros antepasados prehistóricos.

Poco antes de cruzar la reja que protege el abrigo de los Letreros, las vistas que se observan son maravillosas, la subida merece la pena, frente a nosotros podemos contemplar la impresionante sierra de La Muela.

Cueva de los Letreros. | Lázaro Martínez/QVEA

El Hechicero de los Letreros y el Indalo

Pinturas rupestres en la cueva de los Letreros. | Lázaro Martínez/QVEA

Por fin, alcanzamos nuestro objetivo y podemos penetrar en el interior de la cueva de los Letreros. Localizado en la ladera oeste del Mahimón, su presencia se impone en una mirada semicircular que sobrevuela la vega de Vélez-Blanco.

Sus dimensiones son 25 metros de anchura, por unos 6 de profundidad y una altura que oscila en el área central entre los 8 y 10 metros. Sus pinturas se distribuyen en siete paneles, algunos localizados en bloques del suelo. El más importante es el panel principal, localizado en la pared izquierda del abrigo.

Este panel se desarrolla desde el suelo hasta una altura de tres metros y contiene un número de figuras entre las que destacan el denominado ‘Hechicero de Los Letreros’, conocido como ‘el Brujo’ y un conjunto de figuras bitriangulares entrelazadas que representan una forma de organización social basada en el parentesco.

En este árbol familiar solo se encuentran representadas las mujeres, a través de los triángulos, símbolos de la fertilidad. También podemos encontrar la figura del Indalo, símbolo de Almería. Sobre esta figura de brazos extendidos hay muchas teorías, pero parece que representa a un cazador sosteniendo un arco de flechas con ambas manos.

Igualmente aparecen cuadrúpedos, ciervos y cabras, así como figuras ramiformes, ondulaciones, soliformes y numerosas figuras antropomorfas. El resto de paneles incorporan algunas escenas particulares, como en el caso de la danza localizada en un bloque del suelo. Además aparecen figuras reticuladas, zoomorfos pictiniformes, antropomorfos de brazos en asa con tocado radial, escenas de caza. Tanto las figuras humanas como las de los animales son de pequeño tamaño, pero representan una gran expresividad y sensación de movimiento.

Descubrimiento de la cueva de los Letreros

Los Letreros fueron descubiertos por Góngora en 1898 y posteriormente por Breuil en 1935. Ambos investigadores fueron traídos hasta Vélez-Blanco por Federico de Motos, el farmacéutico del pueblo y aficionado a la arqueología. Además invitó a Hugo Obermeier y el abate Henri Breuil. También estuvo en contacto con Luis Siret, famoso investigador belga afincado en Almería.

Cronológicamente, las pinturas rupestres de la cueva de Los Letreros se sitúan en el Neolítico entre el VI y V milenio a. C., por lo que tienen una antigüedad de unos 7.500 años.

Este abrigo es el principal santuario prehistórico de la Comarca de Los Vélez, muestra del arte rupestre de estilo esquemático, tenido en un principio como escritura, de ahí el nombre “de los Letreros”. En el Mahimón, además de Los Letreros, existen otros abrigos con arte rupestre como son el abrigo de la Yedra, en la cara este; los Molinos I y II, en la solana; y en la parte oeste el abrigo de las Cobachas.

Visitar la cueva de los Letreros

Para visitar la cueva de los Letreros hay que ponerse en contacto con la Asociación Haz y Envés, que es la encargada de realizar las visitas todos los fines de semana y festivos. Para contactar con ellos hay que llamar al teléfono 694467136 o en el Centro de Visitantes Almacén del Trigo en Vélez-Blanco.

Son muchas las rutas que se pueden hacer por Vélez-Rubio para conocer este municipio de Los Vélez, pero si se hace en época navideña, la más recomendable es la que recorre los principales monumentos del pueblo a través de los belenes que en ellos se alojan. Belenes de Vélez-Rubio, que los vecinos de las diferentes hermandades y cofradías y diversas asociaciones preparan con esmero para acercar al visitante a una tradición que se vive con ilusión desde hace años.

Un recorrido por el casco histórico velezano que se inicia en la iglesia del Carmen, en la Carrera del mismo nombre. Allí se encuentra el Belén Monumental de la Cofradía del Santísimo Cristo del Perdón.

Belén en Vélez-Rubio hecho por la asociación APAFA. | Lázaro Martínez/QVEA

Anexo al templo se encuentra el antiguo Hospital Real que acoge el Museo Comarcal Miguel Guirao. Este recinto acoge un Nacimiento hecho de lana por jóvenes con discapacidad intelectual.

La siguiente de las paradas nos lleva hasta la plaza de la Encarnación donde, girando a la izquierda por la calle Estanco, las piezas de playmobil son las protagonistas del Belén de la Hermandad Sardinera.

Belén de Playmobil en Vélez-Rubio. | Lázaro Martínez/QVEA

Desde aquí, hay que continuar por la calle Purísima hasta la Carrera del Mercado donde se encuentra la iglesia de San José. Esta alberga una colección de dioramas del Ayuntamiento compuesto por una treintena de nacimientos.

Junto a esta antigua iglesia se encuentra el Palacio del Marqués de los Vélez. Este acoge el Belén de la Tradicional Hermandad de la Virgen de los Dolores, cuyo Nacimiento reúne los principales monumentos de la localidad.

Belén de la Hermandad de la Virgen de los Dolores. | Lázaro Martínez/QVEA

Nuestra visita por la villa velezana concluye en el convento de la Purísima. Allí, la Venerable Hermandad de Jesús Nazareno invita a los más pequeños a buscar entre las diferentes escenas que forman este Belén cinco ratones escondidos a lo largo del conjunto. Quien encuentre cuatro, se lleva una bolsa de chuches.

La iglesia de Vélez-Rubio destaca sobre el conjunto urbano como una mole sólida y elegante que se eleva por encima de los edificios que la rodean como si de un faro se tratase captando todas las miradas de velezanos y visitantes desde 1768

Todos los caminos conducen a Roma, igual que cuando llegamos a Vélez-Rubio por la A92-N, todas las direcciones te encaminan hacia la iglesia de Vélez-Rubio (de la Encarnación), que emerge sobre el caserío siendo visible desde de los cuatro puntos cardinales llevando al visitante hasta su planta en la plaza del mismo nombre.

La señorial fábrica de la iglesia de la Encarnación, mandada construir por el décimo marqués de Los Vélez, Antonio Álvarez de Toledo, destaca sobre el conjunto urbano como una mole sólida y elegante que se eleva por encima de los edificios que la rodean como si de un faro se tratase captando todas las miradas de velezanos y visitantes desde 1768.

Siendo este “corona y centro, y descubriéndose por todas partes como su principal adorno” escribía el cura Antonio José Navarro, contemporáneo de las obras de la iglesia. Esta construcción dieciochesca que sobresale en belleza es la obra cumbre del barroco en la provincia de Almería.

Historia de la iglesia de Vélez-Rubio

Iglesia de Vélez-Rubio. | Lázaro Martínez/QVEA
Iglesia de Vélez-Rubio. | Lázaro Martínez/QVEA

La monumentalidad de la iglesia de Vélez-Rubio y su ornamentación tanto interior como exterior captan la mirada del viajero que se queda sorprendido ante tan bello edificio. Pero para llegar hasta aquí, la fatalidad quiso que el 4 de marzo de 1751 un terremoto de considerable intensidad sacudiera Vélez-Rubio, destruyendo por completo la antigua parroquia de San Pedro.Ante esta situación, los vecinos suplicaron a don Antonio Álvarez de Toledo, décimo marqués de Villafranca y de Los Vélez, como patrono de los señoríos, que construyera una nueva iglesia.

Tras ordenar demoler por completo las ruinas de la antigua iglesia, encargó a fray Pedro de San Agustín que edificara un nuevo templo. La primera piedra se colocó el 25 de marzo de 1754 en presencia del administrador del marqués Pedro Ignacio Portillo, el alcalde y varios beneficiaros de la parroquia.

Quince años después de comenzar las obras se dieron por concluidas en diciembre de 1768 con la colocación de la última losa. Pero no sería hasta 29 de junio de 1769 cuando se bendijo el nuevo templo parroquial. El traslado del santísimo se efectuó el 25 de octubre del mismo año. Estuvo presente el marqués de Los Vélez y hubo diez días de festejos religiosos y espectáculos variados.

Con ocasión del 250 aniversario de este traslado, ha comenzado a celebrarse una recreación histórica de aquel acontecimiento que trajo hasta Vélez-Rubio cientos de vecinos de todo el marquesado de Los Vélez.

Exterior de la iglesia de la Encarnación

Detalle del escudo del marqués de Los Vélez. | Lázaro Martínez/QVEA

Antes de acceder al interior del templo, el visitante se queda sobrecogido por la impresionante fachada retablo pétreo con dos torres de 37 metros a cada uno de los lados. Es aquí donde todo el conjunto alcanza la máxima expresión decorativa y el mayor refinamiento artístico.

El retablo de piedra, dividido en dos cuerpos y un ático, invita al visitante a entrar a su interior. En el primer cuerpo destacan las figuras de San Blas y San Indalecio en sus hornacinas, patronos de Vélez-Rubio y de la diócesis de Almería.

Sobre el arco de medio punto de la puerta principal campea sobremanera el escudo heráldico don Antonio Álvarez de Toledo, duque de Montalto y Marqués de Villafranca y de Los Vélez, como constructor del templo. El escudo está divido en cuatro cuarteles en relieve, timbrado con una corona de tres yelmos y orlado por el collar del Toisón de Oro.

En el segundo cuerpo aparecen las figuras de San Pedro y San Pablo. Finalmente la fachada está coronada con un medallón oval con un altorrelieve de la Anunciación.

La iglesia de Vélez-Rubio, por dentro

Interior de la iglesia de Vélez-Rubio. | Lázaro Martínez/QVEA

La iglesia está proyectada con tres naves, crucero y cabecera recta. El alzado se resuelve por medio de pilares cruciformes y de contrafuertes profundos que cobijan capillas-hornacinas. Los muros articulados sobre pilastras entre los arcos en las naves laterales soportan las tribunas. Sobre el crucero se eleva una gran cúpula a 33 metros de altura apoyada sobre cuatro pechinas. En estas se encuentran tallados los cuatro evangelistas.

Si el visitante ha quedado sobrecogido con el exterior del templo, el interior es un cúmulo de sensaciones que elevan el alma hacia las alturas en actitud contemplativa y la mirada hacia el retablo de madera. El tema central es la Anunciación, mandado hacer por el obispo Claudio Sanz y Torres al escultor Francisco Antonio de Testa. En esta búsqueda hacia arriba se puede ver en el segundo cuerpo de la bóveda central un florón de estuco. Allí, una placa dice que “aquí cayo Lorenzo Duarte y no peligró. Año 1761”.

En las capillas laterales se pueden contemplar a San José, la Virgen del Carmen, la beata velezana Dolores Sopeña o los titulares de diferentes hermandades y cofradías. Entre ellos, la Virgen de los Dolores, el Santísimo Cristo del Perdón y de los Afligidos y la Virgen de la Esperanza. O el Señor de la Caja, Cristo articulado del siglo XVII con el cual se escenifica el momento de la crucifixión el Viernes Santo.

Otro elemento a destacar es el órgano construido en 1771 por el maestro organero Guillermo Donoyen, siendo una de las piezas más importantes del templo.

Órgano de la iglesia. | Lázaro Martínez/QVEA

Actualmente, se han reformado todas las vidrieras de la Iglesia destacando los motivos marianos, sobresaliendo la Inmaculada Concepción en la vidriera central.

La intensa visita a la iglesia de Vélez-Rubio, declarada Monumento Nacional en 1981, requiere después hacer parada en alguno de los bares que llenan la plaza de la Encarnación, centro de la vida social y religiosa de Vélez-Rubio. En el Martos, el Bar del Julio, la Peña Taurina o el Cortezas se degusta la rica gastronomía velezana.

Romanos y árabes ya identificaban un punto intermedio entre Cañadas de Cañepla, en María, y Topares, en Vélez-Blanco, como el lugar de nacimiento del río Guadalquivir

Fuera de los límites del Parque Natural Sierra de María-Los Vélez, la comarca velezana no deja de sorprender. Las ricas tierras del norte de la provincia pintan de colores la altiplanicie pasando del blanco de las nevadas del invierno, a los tonos verdosos y dorados de los campos sembrados de trigo y avena en primavera y verano, a los marrones y anaranjados del otoño una vez pasada la época de la siega en espera de un nuevo ciclo.

Esta tierra fértil guarda un gran tesoro en su interior el nacimiento del río Guadalquivir, en un punto intermedio entre Cañadas de Cañepla y Topares, pedanías de María y Vélez-Blanco, aportando sus aguas a los campos del norte de la provincia para perderse en su camino hacía Orce (Granada) y desembocar en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz).

Razones históricas y científicas

Cartel que indica el nacimiento del río Guadalquivir. | Lázaro Martínez/QVEA

El historiador Vicente González Barbarán argumenta razones históricas y científicas para demostrar que el Guadalquivir nace en tierras almerienses, a 60 kilómetros del emplazamiento actual en la sierra de Cazorla. Ya tanto los romanos como los árabes identificaban su nacimiento en Almería. González Barbarán sostiene que se trata de un error histórico y arguye que fue una decisión política en tiempos del reinado de Fernando III el Santo, la que posibilitó situar el nacimiento del rio en tierras jienenses, ya que el gran río no podía nacer en tierras no conquistadas.

Junto a esto, criterios científicos consideran que el Guadiana Menor no es el afluente del Guadalquivir, sino el verdadero río, cuyo nacimiento está entre Cañadas de Cañepla y Topares. Para establecer cuál es el río principal hay que atender a parámetros como mayor recorrido, 60 kilómetros más; nacer en un punto más bajo, 1.300 metros sobre el nivel del mar y mayor aporte de caudal permanente, 14 hectómetros cúbicos de aporte. La zona norte de Almería y Granada está llena de asentamientos a lo largo de la ribera del río regando sus cultivos, esto ha hecho que el aporte sea menor e incluso en algunos lugares su curso sea subterráneo.

Cómo llegar al nacimiento del río Guadalquivir en Cañadas de Cañepla, en María

Balsa de la Revuelta, lugar de nacimiento del río Guadalquivir en Cañadas de Cañepla. | Lázaro Martínez/QVEA

En la búsqueda de la fuente originaria del río vertebrador de Andalucía hay que tomar la A-317 a la altura de Vélez-Rubio, después de dejar al A-92N. Tras atravesar los municipios de Vélez-Blanco y María, dirección Orce, un indicativo a la derecha muestra el camino para Cañadas. Será el momento en el que nos sumergimos en los bosques de pino carrasco del Parque Sierra de María-Los Vélez. Una estrecha carretera serpenteante entre pinares atraviesa los extensos campos de cereales que rodean Cañadas de Cañepla.

Para acceder a la localidad hay pasar sobre el Guadalquivir. El curso del río está marcado por los juncos que crecen en sus márgenes. Apenas un par de kilómetros separan la entrada de Cañadas del nacimiento del río Guadalquivir. Giramos a la derecha en dirección y continuamos por la carretera un kilómetro y medio, a la izquierda Un cartel descolorido junto a una encina marca el camino. El trayecto se puede hacer a pie. A la derecha nos quedará el curso del río hasta la balsa de la Revuelta donde aflora el Guadalquivir.

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El Pozo de Juan López, en Topares, el otro nacimiento del río Guadalquivir

Pozo de Juan López, en Topares. | Lázaro Martínez/QVEA

El otro punto de nacimiento es el Pozo de Juan López en Topares. Desde aquí el curso es subterráneo para aparecer en Cañadas. Para llegar hasta el pozo es necesario llegar a Topares. Para ello, volvemos a Cañadas de Cañepla y al salir del pueblo dirección Orce, se gira a la derecha por la AL-9102 para llegar el núcleo urbano más lejano de la provincia de Almería, Topares.

Esta pedanía velezana es el lugar perfecto para hacer un alto en el camino y recuperar fuerzas en algunos de los restaurantes: El Martínez, a la entrada; y El Corralillo, junto a la iglesia, donde degustar carnes a la brasa, cordero segureño, embutidos, patatas con ajo o huevos cortijeros.

Tras el descanso, toca continuar la ruta hasta el Pozo de Juan López. Para ello hay que tomar dirección Vélez-Blanco por la AL-9102 y a unos 21 kilómetros encontramos el pozo. Desde aquí, a un lado la cuenca del Segura, al otro la del Guadalquivir, cuyo nacimiento tenemos junto a la carretera. 740 kilómetros separan este punto de la desembocadura en el Atlántico por Sanlúcar de Barrameda.

Esta senda nos llevará entre campos de cereal y pinares, por una carretera estrecha llena de curvas, que discurren por el Parque Natural Sierra de María-Los Vélez, hasta Vélez-Blanco.

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Adentrarse en el norte de la provincia de Almería es descubrir el Parque Natural Sierra de María-Los Vélez

Adentrarse en el norte de la provincia de Almería es descubrir la Muela de Montalviche, el Mahimón, el extenso bosque de la Alfaguara, el impresionante macizo de la sierra de María o monumentos naturales como la Sabina Milenaria, además de contemplar la rica fauna que puebla la zona y la amplia variedad de especies vegetales que hacen único al Parque Natural Sierra de María-Los Vélez.

La riqueza natural de Sierra de María-Los Vélez tiene su colofón en el tesoro cultural que tienen Vélez-Blanco, Vélez-Rubio, María y Chirivel, municipios por los que discurre el parque y en los que el hombre se asentó hace más de 15.000 años: así lo atestiguan los yacimientos de la cueva de Ambrosio, la cueva de Los Letreros o la cueva de las Colmenas, donde podemos encontrar la figura del Indalo, símbolo de la provincia, todas ellas declaradas Patrimonio de la Humanidad.

Pintura en la cueva de Los Letreros. | Lázaro Martínez/QVEA

Recepción a los visitantes del Parque Natural

A la hora de acercarnos al parque y tener un primer contacto con el entorno se hace obligatoria la primera parada en alguno de los dos centros de recepción de visitantes que alberga el espacio natural. El Almacén del Trigo en Vélez-Blanco y la Umbría de la Virgen a dos kilómetros de María por la A-317 ofrecen al visitante un primer contacto con el parque. Un espacio en el que, a base de paneles explicativos, maquetas y elementos interactivos se pueden descubrir de un vistazo las 22.562 hectáreas del espacio protegido acercándose el turista a la fauna, la flora, monumentos o los yacimientos prehistóricos.

Se trata de un punto de encuentro en el que el viajero va obtener toda la información, desde actividades, senderos o puntos de interés. La dotación didáctica del parque se completa con el jardín botánico Umbría de la Virgen, situado en la falda de la sierra a un kilómetro de María por la A-317 a la izquierda.

Un bello paseo entre almendros que nos acercan hasta la ermita de la Virgen de la Cabeza para adentrarnos en los primeros pinares al llegar al jardín botánico. En un espacio de 40 hectáreas se puede conocer la flora que habita el parque, además de las formaciones vegetales en las que se ubican. Ello posibilita conocer en cuatro kilómetros de senderos el rico patrimonio natural de la zona o descubrir especies endémicas como la Centaurea Mariana.

La Sabina Milenaria, el habitante más longevo de Sierra de María-Los Vélez

El recorrido por el parque nos traslada hasta Chirivel para descubrir una de las joyas que esconde: la Sabina Milenaria, a 1.600 metros de altura. Pero antes de subir a este Monumento Natural es necesario obtener permiso para acceder por estar situada una zona de reserva. Para ello hay que dirigirse al CEDEFO de Vélez-Blanco, donde se encuentra ubicada la oficina del Parque Natural.

Al llega a Chirivel, en la carretera principal del municipio, un indicativo nos señala la dirección por la calle Camino del Puerto. Tras cruzar bajo la autovía A-92N el camino asfaltado se convierte en una pista forestal que seguiremos unos 5 kilómetros. El comienzo del sendero de la Sabina se encuentra señalizado a la derecha. Un camino serpenteante de 9,8 kilómetros entre pinares que lleva a descubrir este tesoro natural, al habitante más longevo de la comarca con casi un milenio.

Sabina Milenaria en Chirivel, en Sierra de María-Los Vélez. | Lázaro Martínez/QVEA

Julio Alfredo Egea al conocer su edad dijo “Sentí el vértigo del paso del tiempo bajo su sombra. Me sentí efímero y pequeño bajo aquel árbol que había resistido al tiempo y las hachas, que sabía del paso de tantas civilizaciones bajo sus ramajes, que había presenciado la llegada de mil primaveras”.

Este ejemplar de 20 metros resiste solitario al paso del tiempo. Lo hace bajo la roca de la sierra que la contempla y la vigilancia de las ovejas que la custodian día tras día. No es de extrañar que los lugareños, al visitar la Sabina Albar, se sientan parte de la historia de un lugar mágico. Un lugar que, al entrar en su interior, te llena de paz y te hace sentirte vinculado para siempre con la Sabina Albar.

Vélez-Blanco y Vélez-Rubio, el corazón del Marquesado de Los Vélez

En el corazón del Marquesado de Los Vélez se sitúan Vélez-Blanco y Vélez-Rubio, dos poblaciones en las que el patrimonio histórico, monumental y arquitectónico es de un gran valor, como atestiguan los estilos gótico tardío, mudéjar, renacentista o barroco que se observa en sus edificaciones. Además, de un estilo propio, el clásico velezano que define la simetría de las edificaciones señoriales de los siglos XIX y XX. Ello les ha valido el reconocimiento de Bien de Interés Cultural a los cascos históricos de los dos Vélez.

En Vélez-Rubio destaca la iglesia de la Encarnación, joya del barroco almeriense, así como las iglesias de San José y del Carmen o el convento de la Inmaculada. En cuanto a las edificaciones civiles sobresale el Hospital Real, hoy sede del Museo Comarcal Miguel Guirao y el Palacio de las Damas Catequistas, antiguo palacio del Marqués de Los Vélez, además de multitud de casas modernistas e historicistas a lo largo de todo el casco histórico.

El castillo de Vélez-Blanco

Castillo de Vélez-Blanco y Muela de Montalviche. | Lázaro Martínez/QVEA

Continuando por la A-317 llegamos a Vélez-Blanco. Allí destaca el castillo renacentista de los Fajardo, quien contempla desde las alturas las casitas blancas que se desparraman por su falda en el barrio de la Morería para llegar hasta la iglesia de Santiago Apóstol, de estilo mudéjar, o el convento de San Luis, así como la arquitectura de las casas con abundante rejería, encaladas y teja árabe sobresalen en el conjunto.

Vélez-Blanco cuenta además con un enjambre de senderos que permiten conocer todo el patrimonio natural y artístico del municipio hasta Topares. Es el parque un espacio lleno de naturaleza y aire puro. En él, se da una simbiosis perfecta entre naturaleza, el castillo y los yacimientos arqueológicos. Algo que pocos lugares pueden ofrecer, y que hacen un privilegio vivir en él. O recorrer la Muela de Montalviche, un espacio en el que perderse entre pinares y subir a la cumbre a más de 1.500 metros, donde las vistas del pueblo y del parque son maravillosas.

La Alfaguara, uno de los bosques mejor conservados de Almería

Si continuamos ascendiendo llegamos a María, situada a 1.200 metros, lo que permite que en sus inviernos las nieves cubran la sierra. En este caminar por el parque llegamos hasta la cara norte, donde podemos descubrir una abundante masa forestal de pinares en la Alfaguara siendo uno de los mejores bosques conservados de la provincia y coto de caza en la época de Felipe II. Se trata da una densa masa vegetal compuesta por pino carrasco, encinas, pino laricio y caducifolios. En las zonas altas viven mamíferos como la ardilla, el tejón y se pueden observar rapaces como el águila calzada, el azor o el gavilán.

Adentrándonos en los pinares por la A-317 camino de Orce podemos disfrutar de varias zonas recreativas como La Piza o el Camping Sierra de María, punto de partida de senderos y lugar para multitud de actividades en la naturaleza, además de disfrutar en sus restaurantes, abiertos todo el año, de los embutidos de la zona o el cordero segureño, así como platos típicos como gurullos, migas o arroces.

Del punto más alto a las profundidades de la tierra

La Comarca de Los Vélez en general y el Parque Natural Sierra de María-Los Vélez en particular ofrecen por su situación geográfica descubrir abruptas sierras que van desde los 700 a los 2.045 metros de altitud del pico de La Burrica, punto más alto de la sierra o a buscar en las profundidades de la tierra en la veintena de cavidades que encontramos.

A esto hay que sumar el legado que dejaron los primeros pobladores de esta tierra con multitud de yacimientos en los que el hombre ha dejado su impronta a través del arte rupestre. Junto a todo esto, existe un importante legado en torno a la cultura del agua con 63 inmuebles catalogados, entre molinos hidráulicos, balsas, lavaderos, aljibes, abrevaderos, acueductos de diferentes estilo y épocas.

En este recorrido no se puede olvidar la rica gastronomía que ofrece la comarca con importantes bares y restaurantes. Algunos de ellos, distinguidos con la marca Parque Natural.