La muralla de Adra, visible y palpable todavía varias de sus partes originales, es un fiel vestigio hoy de la realidad que vivió la población de este rincón del suroeste de Almería cinco siglos atrás

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La culminación de la Reconquista, con la toma del Reino de Granada por los Reyes Católicos en 1492, reconfiguró las fronteras y convirtió a los pueblos y ciudades surgidas a orillas del mar en puntos estratégicos para la defensa del territorio y de la población ante invasiones y agresiones externas.

Los piratas berberiscos, la flota turca o cualquier otro pueblo que osara acercarse a los dominios españoles por vía marítima, se las verían con torres de defensa, murallas, castillos e incluso recintos sagrados convertidos en fortalezas desde los que poder avisar, y también repeler, las intentonas de los invasores.

Así se forjó el que solo es un capítulo más de la extensísima historia de la antigua Abdera fenicia, el puerto natural de las fascinantes y cercanas Alpujarras. Fue justo esta comarca montañosa, intrincada y bella, el lugar donde se refugiaron miles de moriscos desde finales del siglo XV, tras la capitulación del ‘Rey Chico’ Boabdil. Adra fue lo último que este vio de la Península, cuando definitivamente puso rumbo a África.

La muralla de Adra, visible y palpable todavía varias de sus partes originales, es un fiel vestigio, hoy, de la realidad que vivió la población de este privilegiado rincón del suroeste de Almería cinco siglos atrás. Recorrerla es adentrarse en el mismo corazón de Adra.

La muralla de Adra

La reina Juana de Castilla concedió una carta de privilegios para la construcción de la muralla de Adra en el año 1505. El objetivo era fortificar la frontera sur del reino, expuesta a los ataques de piratas e invasores.

Los muros darían igualmente cobertura al castillo-presidio que había sido erigido poco antes frente al mar por orden de los Reyes Católicos, en 1492, y del que hoy lamentablemente ya no queda nada. Alguien, en la segunda mitad del siglo XIX, concluyó que era una buena idea derribarlo para construir una pescadería.

Maqueta del recinto amurallado de Adra, en el interior del Cubo del Cementerio Viejo. | Anyo/QVEA
Maqueta del recinto amurallado de Adra, en el interior del Cubo del Cementerio Viejo. | Anyo/QVEA

Este emplazamiento, además, era de capital importancia por ser el puerto de Las Alpujarras, una de las principales salidas al mar del Reino de Granada. Adra, que se enmarca administrativamente en el Poniente Almeriense, históricamente siempre estuvo adscrita a Las Alpujarras, territorio con el que sigue guardando una estrecha vinculación.

Con un perímetro de 475 metros y forma hexagonal irregular, la muralla de Adra contaba con dos puertas, la del Mar y la del Campo (sur y norte). También siete torreones, una pequeña guarnición militar y un centenar de modestas viviendas intramuros que constituían la villa fortificada, habitadas en su mayoría por población llegada desde otros territorios más al norte.

El espesor de los muros de esta defensa básica de la villa era de 1,45 metros. Restos tanto de paños de muralla como de torreones han llegado a nuestros días y permiten al visitante tocarlos, adentrarse en aquella convulsa época mientras recorre el centro neurálgico de Adra, siguiendo los pasos de nuestros bravos antepasados.

La Torre de la Vela: inicio del recorrido por la muralla de Adra

Torre de la Vela, inicio del recorrido por la muralla de Adra. | Anyo/QVEA
Torre de la Vela, inicio del recorrido por la muralla de Adra. | Anyo/QVEA

Comenzamos el recorrido por la muralla de Adra en la Torre de la Vela, de la que toda fortaleza que se precie dispone. Es decir, el torreón más adelantado del recinto y el más cercano al mar, el primero en divisar el peligro.

En la muralla de Adra, a este torreón se le conoce como Cubo de la Carrera, por su ubicación en la avenida seguramente más importante del municipio, la Carrera de Natalio Rivas. Esta se extiende paralela a la línea de costa y no es más que un tramo de la Carretera de Almería.

Hoy en día puede parecer que su altura no es especialmente significativa, pero en aquella época su utilidad era máxima. Su conservación es muy buena y se encuentra en mitad del entramado urbano, adosado prácticamente a un bloque de viviendas. Está, eso sí, flanqueado por pequeñas secciones de paño de muralla que dan perfecta idea del recorrido que seguía el muro en ambas direcciones. El viajero se sorprende a menudo con la aparición de este vestigio medieval mientras pasea por la acera, en lo que se configura como un rincón de Adra, sin duda, único.

Puerta del Mar y Torreón de don Pablo de Moya

El recorrido continúa en dirección oeste, hacia lo que hoy es la plaza de la Puerta del Mar, en honor a la que era una de las dos entradas al recinto amurallado. La misma disponía de un revellín, o pequeño muro adelantado para redoblar su protección. Justo en el lugar donde se encontraba esta entrada al recinto amurallado se inicia hoy una de las calles intramuros más históricas de Adra, la calle Real.

En este caso, los restos de la Puerta no llegaron a pervivir y en el lugar donde se erigía encontramos el edificio del Ayuntamiento. El consistorio ocupa esta ubicación desde 1937.

El Ayuntamiento ocupa hoy lo que fue la puerta del Mar. | Anyo/QVEA
El Ayuntamiento ocupa hoy lo que fue la puerta del Mar de la muralla de Adra. | Anyo/QVEA

La única torre rectangular de la muralla de Adra es conocida como el Torreón de don Pablo de Moya, y de los vestigios que han perdurado es el único que permanece sin restaurar. Se encuentra junto al Ayuntamiento, y estaba unido a la Puerta del Mar -y esta a la Torre de la Vela- por sendos lienzos de muralla que fueron derribados hace dos siglos para permitir el desarrollo urbano de la ciudad. En su caso, se encuentra adosado a una vivienda particular, que lo mantiene ‘colonizado’. Únicamente es visible uno de sus lados desde el exterior, junto a otra pequeña parte de la muralla original.

La iglesia-fortaleza

Para continuar con el recorrido por la antigua muralla de Adra, sería imposible hacer el camino que dibujaba el muro entre el referido Torreón de don Pablo de Moya y el siguiente, el Cubo de las Atarazanas. Ni el paño ni este torreón se conservaron, fagocitados por el planeamiento urbano.

Para alcanzar el siguiente punto visible, siempre desde el interior de la antigua villa fortificada, deberemos subir la calle Real para toparnos, calle arriba, con la imponente iglesia-fortaleza de la Inmaculada Concepción, una de las más antiguas de Almería, cuya construcción se inició en el año 1501.

El edificio se incluía dentro de los límites de la muralla. Su configuración para que pudiera servir como lugar de avistamiento y, si era necesario, de disparo para repeler invasiones, resultó fundamental en la defensa de Adra.

No obstante, no se fortificó hasta 1620, a raíz del demoledor asalto turco-berberisco, una invasión que motivó otras intervenciones similares en la provincia, como en la Catedral de Almería o el templo de Vera.

Entre sus elementos que la configuran como fortaleza, cuenta con antepechos defensivos y saeteras en los laterales, desde donde poder disparar, así como espacio en su parte superior para colocar cañones. Su torre se reconstruyó después del devastador terremoto de 1804 y seguramente su rasgo artístico más interesante sea su cabecera, obra de Ambrosio de Vico y fiel ejemplo de protobarroco. De hecho, fue la primera manifestación barroca de toda la Diócesis de Granada.

El Torreón de Olvera o Cubo del Cementerio Viejo

La iglesia tenía numerosas casas adosadas, dado el poco espacio que existía dentro de los límites de la muralla. Este problema también se presentó para la construcción del cementerio parroquial, una vez que en el periodo ilustrado se decidió que, por razones de higiene y salubridad, los muertos no podían ser enterrados dentro de la iglesia.

Así, el nuevo camposanto se ubicó lo más cercano posible al recinto sagrado, aunque ya extramuros. Una de sus tapias era precisamente un paño de muralla, y es en este lugar donde podremos apreciar el trozo de muro original más grande que se ha conservado. También aquí se puede visitar el interior de otro de los siete torreones, el Torreón de Olvera, conocido también, y por razones obvias, como el Cubo del Cementerio Viejo.

El Torreón de Olvera, parte de la muralla de Adra. | Anyo/QVEA
El Torreón de Olvera, parte de la muralla de Adra. | Anyo/QVEA

Los visitantes que así lo deseen pueden solicitar la visita al interior del Torreón de Olvera, que guarda una bonita maqueta que reconstruye cómo era la muralla de Adra, así como su castillo.

Su autor fue Pedro Sarmiento, un maestro que llegó a Adra desde León y que, entre otros hitos, fue el primer alcalde abderitano de la democracia. También dentro del torreón se puede observar la réplica de la Torre de Guainos, del siglo XVI, otro rico elemento patrimonial de Adra que igualmente tenía como cometido la vigilancia.

Este torreón se fabricó, como toda la muralla, con mampostería con mortero de cal y alternando cantos rodados del río Adra con piedras de pizarra. Posee, como sucede a lo largo de todo el amurallado, troneras y saeteras que facilitaban la defensa a los soldados.

La Puerta del Campo y los últimos restos de la muralla de Adra

Estatua a Ortiz de Villajos. | Anyo/QVEA
Estatua a Ortiz de Villajos. | Anyo/QVEA

Para finalizar con el recorrido hexagonal de la antigua muralla de Adra, tomaremos dirección sureste para llegar paseando a través de las coquetas calles Gloria y Escuela a la Plaza Vieja, o Plaza Ortiz de Villajos, en memoria del afamado compositor musical abderitano.

Este es el lugar en el que se erigía la segunda de las puertas de acceso a la villa fortificada, y de la que ya no queda nada. Fue derribada en el siglo XIX con el objetivo de ganar espacio para nuevas construcciones. Tampoco hay vestigios del Torreón del Campo, otra de las torres defensivas del recinto, o del séptimo y último, conocido como Cubo Torral.

Para apreciar los últimos restos visibles de la muralla de Adra deberemos hacerlo desde el interior del Centro de Día para mayores, cuyos usuarios tienen el privilegio a diario de poder disfrutar de este trozo de la historia de su pueblo.

Extra: Refugios de la Guerra Civil

En este punto del recorrido nos encontraremos justo encima de otra de las joyas patrimoniales de Adra, aunque de mucha más reciente construcción, los Refugios de la Guerra Civil, de los cuales varios son visitables.

Podremos apreciar además un imponente muro, o balate, construido por el Conde de Chacón. Desde esta plaza elevada, durante la procesión de San Marcos se mostraba la imagen del santo para que bendijera todos los cultivos a sus pies, al ser esta zona de vega en el pasado.

Hoy, podemos acceder, a través de un paso elevado sobre la Carrera de Natalio Rivas, al Mercado Municipal y la Biblioteca de Adra. Y, una vez de nuevo en la calle, estaremos apenas a unos metros del punto en el que se inició el recorrido por las Murallas de Adra, su Torre de la Vela.

Dónde comer tras la visita

Después de tanto trasiego a la búsqueda de restos medievales, a buen seguro que nos habrá entrado hambre y sería un pecado no probar las ricas tapas de la cocina abderitana. Una conjugación perfecta entre los pescados frescos del Mediterráneo, con el pulpo seco como emblema, y la potentísima agricultura de la Huerta de Europa.

Son muchas y buenas las opciones para tapear o comer en Adra, y esta vez escogeremos un lugar conocido por todos los abderitanos y con una gran reputación, el Restaurante Mesón Bonillo. Iremos buscando la que es una de sus especialidades estrellas: los fideos aparte, un riquísimo guiso de pescado acompañado por fideos que nos hará querer repetir. Y de postre, casero por supuesto, un riquísimo ‘Zabaoine’ elaborado por la abuela de este emblemático local de Adra, que además ofrece un menú de calidad a diario, incluidos los domingos.

Para llegar al Bonillo desde la Torre de la Vela, el punto en el que comenzó y finalizó nuestro paseo por la muralla de Adra, lo podremos hacer a pie en menos de 10 minutos. Para ello, tomaremos el Paseo de los Tristes en dirección al mar, hasta alcanzar el cruce con la calle Guadix, que es donde se encuentra nuestro destino gastronómico.

Las Ánimas Benditas de Adra; Alcolea; el triángulo formado por Gérgal, Olula de Castro y Tahal; la Casa del Cine de Almería; la Cueva Carrión de María; Laroya y el Cerro del Espíritu Santo de Vera, lugares misteriosos que ver en Almería por Halloween

Nadie puede dudar que Almería es tierra de misterio. Será su variado paisaje, la orografía del terreno o la esencia de todas las culturas que por aquí han pasado, pero lo cierto es que un halo sobrenatural envuelve la provincia. Se podrían hacer mil y un recorridos en busca de sucesos inexplicables a lo largo y ancho de esta bella tierra aunque, por la cercanía con la festividad de Halloween, esta sería mi propuesta de lugares misteriosos que ver en Almería tocando las siete comarcas.

Las Ánimas Benditas de Adra

Las Ánimas Benditas de Adra, uno de los lugares misteriosos que ver en Almería. | Alberto Cerezuela
Las Ánimas Benditas de Adra. | Alberto Cerezuela

En Adra existe un rincón mágico, casi desconocido para los de fuera, que esconde a partes iguales devoción y misterio. Debajo del arco romano encontramos la pequeña Capilla de las Ánimas Benditas. Es habitual encontrar, a cualquier hora del día, una cola de personas esperando su turno para dejarles flores, pequeñas velitas o aceite para las mariposas. Lo importante es que siempre tengan luz, esa luz que las guíe hacia el Cielo ya que son almas que están en el Purgatorio. A cambio, los fieles piden salud para los suyos, trabajo o amor.

Sin embargo, no todo es bonito, puesto que si la persona no puede cumplir con lo prometido, las ánimas benditas irán a reclamarle la deuda, ya sea tocándole en la puerta de su casa a altas horas de la madrugada, posándose a los pies de la cama del deudor o recostadas junto a él, o incluso mediante un sobrenatural encuentro formado por una comitiva de almas en pena que vagan en busca de la luz.

 

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La Luz de Alcolea

Si nos adentramos en la Alpujarra Almeriense, nada más salir de Berja podemos asistir al avistamiento de una extraña luz. Lleva sucediendo desde la posguerra y se acentúa cuando llegan estas fechas. Hablo de la Luz de Alcolea, fenómeno que saltó a la prensa en la Semana Santa del año 87 cuando Cayetano Galafat la vio en su finca del paraje de Los Llanillos.

Paraje de Los Llanillos desde la casa de Gabriel Moya, en Alcolea. | Alberto Cerezuela

Cientos de personas se congregaron esos días en busca de una luz que adoptaba las dimensiones de un balón de baloncesto, era de color rojizo y planeaba sobre las cosechas a una altura de metro y medio. Ufólogos y expertos en la materia expusieron sus hipótesis, aunque el testimonio de Agustín ‘Pistolete’, un conocido vecino, puso sobre la mesa que esa luz provenía del candil que portaba un ser totalmente vestido de negro, al que no se le veía la cara, con una planta de más de dos metros de altura. Los lugareños lo llaman “el tío enlutao” y es mejor no encontrárselo en esa carretera.

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¿Fenómeno OVNI o espíritus de mineros?

Siguiendo la estela de las luces populares, en Los Filabres-Tabernas encontramos un peculiar triángulo formado por Gérgal, Olula de Castro y Tahal. Los avistamientos de extrañas luces se cuentan por centenares y se presentan, incluso, ante agentes de la policía.

Extrañas luces en Olula de Castro
Olula de Castro. | Alberto Cerezuela

Las zonas más propensas para ello son la iglesia de Tahal y el cerro de enfrente; la entrada del pueblo de Olula de Castro y los alrededores de Gérgal. Es frecuente, sobre todo en verano, encontrar grupos de aventureros en busca de esas luminarias que quizá no tengan nada que ver con el fenómeno OVNI, sino con los espíritus de los mineros que perecieron en esas veredas.

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Casa del Cine de Almería

Nos adentramos ahora en la capital almeriense, sin duda el lugar que más misterios encierra. En su comarca, lo fácil hubiera sido señalar el Teatro Cervantes o el Cortijo de San Patricio, en Gádor, donde ocurrió el crimen que ha dado pie a la leyenda del “hombre del saco”, mucho más real de lo que pensamos.

Pero a mí me gustaría hablar de la actual Casa del Cine, situado en una antigua finca denominada Santa Isabel, también conocida como el Cortijo Romero o el Cortijo Balmas. Precisamente fue el republicano Miguel Balmas quien compró el lugar en 1866, transformándolo con los años en un auténtico paraíso de recreo. Ya entrado el siglo XX, esa casa disponía de piscina, pistas de tenis y el mejor jardín privado de Almería.

En esa época empezaron las reuniones masónicas hospiciadas por José Romero Balmas, a las que acudían personajes como el filósofo Levi Strauss o el arqueólogo Luis Siret. Los fenómenos extraños más conocidos tuvieron lugar en la época dorada del cine en Almería. Los vivió Rainer Fassbinder, director alemán que rodó allí la película ‘Whity’ en 1971 y quien afirmó que la casa le hablaba y le obligaba a hacer cosas como asesinar o suicidarse.

Seguramente la casa también le habló a John Lennon, pues le inspiró para componer allí la canción ‘Strawberry fields forever’ en septiembre de 1966. La energía del lugar le transportó a Liverpool, al orfanato donde estuvo cuando era un niño, reviviendo muchos fantasmas de su pasado. Precisamente en la fiesta de cumpleaños del propio Lennon se vivieron fenómenos paranormales como el estallido de platos y vasos, armarios que se abrían solos, y dos mujeres vestidas de negro que bajaban las escaleras ante los ojos de Chynthia Lennon, el propio John o Ringo Starr. Por cierto, en ese jardín reposan los restos de Pauline Taurinya, comunista y espía de las Brigadas Internacionales. Vivió fenómenos inexplicables en ese lugar y quiso reposar eternamente allí.

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El vampiro de la Cueva Carrión

Corría la primavera de 1932 cuando un hombre, natural del pueblo de María, en la Comarca de Los Vélez, decidió secuestrar y decapitar a una niña de dos años para más tarde beberse su sangre. Estaba enfermo de tuberculosis y la incultura de esa época propició esta absurda creencia. Lo bautizaron como el “vampiro de la cueva Carrión”, pues fue en ese lugar donde cometió este atroz crimen (sin embargo, algunos lugareños ubican el escenario en la llamada ‘cueva del Gallego’). La infortunada pequeña era hija de Antonio López Sánchez, conocido como ‘el Olimpo’. Fue uno de los crímenes más sonados en la primera mitad del siglo XX.

Los fuegos de Laroya

Informe oficial de los fenómenos de Laroya.

A poco más de una hora y media de allí tenemos la población de Laroya, conocida especialmente por los extraños fuegos del diablo o combustiones espontáneas que se comenzaron el 16 de junio de 1945 cuando a María Martínez, de catorce años, se le incendió el mandil que llevaba puesto. Desde ese momento fueron 300 los incendios en el periodo de un mes, sin que a día de hoy haya explicación alguna.

Desde el Régimen enviaron a una comitiva de ingenieros y peritos capitaneados por José Cubillo Fluiters quienes, tras unos días de estudio, redactaron un informe de más de doscientas páginas en el que la única conclusión es que había que mirar al cielo para obtener una respuesta.

Fenómeno OVNI, combustiones espontáneas, la maldición del moro Jamá, quemado vivo por la inquisición o la presencia del semidios Reshef (ascua ardiente), venerado  por los cartagineses para que atacara a todo aquel que quisiera explotar esas tierras, fueron algunas de las teorías.

Manuel Medina, Antonia Ujaldón o Ramón Doménech son algunos de los testigos que veían como pequeñas llamas o bolitas voladoras se posaban en los enseres y producían fuegos. Más de uno tuvo que tirarse al suelo ante el ataque de algunas de ellas, que parecían cobrar vida. Algún ingeniero también huyó a su Madrid natal cuando se le incendiaron sus aparatos o hasta sus ropas. Sin duda, uno de los grandes misterios del siglo XX.

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El Cerro del Espíritu Santo de Vera

Termino este peculiar recorrido haciendo una visita al Cerro del Espíritu Santo en Vera, donde el 5 de marzo de 2011 un rayo decapitó al Cristo que se erige en ese místico enclave dejándonos unas espectaculares imágenes. Muchos vecinos lo tomaron como una advertencia divina de que algo malo iba a pasar, al igual que sucediese días antes del terremoto que destruyó el lugar el 9 de noviembre de 1518, cuando las campanas de la iglesia repicaban solas advirtiendo del mal augurio.

Cerro del Espíritu Santo, uno de los lugares misteriosos que ver en Almería
El Cristo del Espíritu Santo de Vera, decapitado por un rayo en 2011. | Domingo Ortiz

Casualidad o no, pocos días después de la caída del rayo se produjo el famoso terremoto de Lorca, a pocos kilómetros de allí. Pero la magia del lugar no termina aquí. Bajo ese cerro reposan los restos de más de cien personas, víctima del suceso del siglo XVI y de una epidemia posterior.

Y, por si fuera poco, en una casa cercana al lugar, el Día de los Difuntos de 1997 apareció una extraña teleplastia que aún hoy se mantiene imborrable. Una historia que trajo a diversos parapsicólogos a Vera y que nos ha dejado una impactante psicofonía para la posteridad.

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¿Me creen ahora cuando digo que Almería está impregnada por la magia del misterio?
* Alberto Cerezuela es escritor, investigador y director de la Editorial Círculo Rojo

La Reserva Natural Protegida sobrevive entre invernaderos y es un auténtico homenaje a la vida natural y la biodiversidad

Los amantes de la naturaleza y en especial aquellos que disfrutan con la observación de aves tienen en la provincia de Almería un verdadero paraíso donde satisfacer su afición. De Poniente a Levante son varios los humedales en los que numerosas especies, entre ellas los fotogénicos flamencos rosas, pasan largas temporadas en sus rutas migratorias entre África y Europa. Sobreviviendo entre invernaderos y como auténtico homenaje a la vida natural y la biodiversidad, permanece la Reserva Natural Protegida Albufera de Adra.

Aquí no solo se podrá observar una gran cantidad de especies de avifauna, algunas de ellas en grave peligro de extinción, sino que además tendremos la oportunidad de aprender en plena naturaleza y participar en distintas actividades para todas las edades, incluido el anillamiento de aves, gracias a la Estación de Anillamiento Lorenzo García.

La Albufera de Adra. | Anyo/QVEA
La Albufera de Adra sobrevive entre invernaderos. | Anyo/QVEA

¿Qué es la Albufera de Adra?

Observatorio Científico de la Albufera Honda. | Anyo/QVEA

La Albufera de Adra es una zona de humedales costeros formada en el delta del río Adra, que ha sobrevivido con el paso de los siglos alimentada por infiltraciones de agua dulce y entrada de agua marina, tras haber ido perdiendo gran parte de su superficie de humedal, en buena medida por la proliferación de explotaciones de agricultura intensiva a su alrededor.

Actualmente está constituida por dos lagunas principales, conocidas como Albufera Honda y Albufera Nueva, en las que conviven hasta 600 especies distintas de flora y fauna. Se extiende a lo largo de 131 hectáreas y es un punto clave de paso entre las zonas de invernada y alimentación de numerosas especies de aves.

Los habitantes de la Albufera de Adra

Algunas de las especies que se pueden observar en la Albufera de Adra están en peligro de extinción. Es el caso del fartet, pez endémico que tiene aquí su último refugio andaluz, o la ranita meridional, con la ultima población estable de todo el sureste ibérico. También es raro observar, si no es en la Albufera de Adra, al ruiseñor pechiazul, la buscarla unicolor, el carricerín real y el escribano palustre, entre otras. Pero las verdaderas ‘reinas’ entre las especies animales aquí presentes sin duda son las aves acuáticas, entre las que se cuentan un centenar de especies.

Aves acuáticas en la Albufera de Adra. | Anyo/QVEA

La malvasía, el gran símbolo de la Albufera de Adra… ¡y los flamencos!

La malvasía cabeciblanca tiene en Adra uno de sus pocos refugios de cría e invernada de toda Europa. Si hubiera que elegir una especie que represente a este espacio protegido sin duda sería la malvasía, ya que gracias a su presencia desde finales de los años 80 del siglo pasado y a su gravísimo peligro de desaparecer, este espacio natural comenzó a ser protegido desde la Administración, que reconoció su valor e importancia para numerosas especies de avifauna.

Pero en la Albufera de Adra podremos observar además, entre otras muchas, al somormujo lavanco, la cerceta pardilla, el zampollín cuellinegro, fochas, azulones… y por supuesto al que sin duda es el más buscado, el flamenco rosa, que se mueve por este y otros parajes naturales de Almería y puede observarse no solo en los humedales, sino también desplazándose en grandes bandadas entre unos y otros. De hecho, es muy habitual verlos desplazarse con sus típicas formaciones en flecha entre la Albufera de Adra y los humedales de Punta Entinas-Sabinar, en los municipios de El Ejido y Roquetas, o la Balsa del Sapo, en El Ejido.

Reserva Natural de la Albufera de Adra. | Anyo/QVEA
Reserva Natural de la Albufera de Adra. | Anyo/QVEA

Anillado de aves en la Albufera de Adra

En la Albufera de Adra el visitante puede ir un paso más allá de la mera observación y participar en actividades de anillamiento de aves, gracias a la presencia en el paraje natural de la Estación de Anillamiento Lorenzo García, perteneciente a la red de SEO-Birdlife y que organiza actividades frecuentemente, normalmente con periodicidad quincenal. El objetivo principal de las mismas es tener un control sobre las especies presentes en la Albufera y su evolución.

Dónde está la Albufera de Adra y cómo visitarla

Mapa de la Albufera de Adra. | Anyo/QVEA
Mapa de la Albufera de Adra. | Anyo/QVEA

Al tratarse de un espacio con distintas figuras de protección oficiales, las visitas están limitadas, aunque hay dos formas de poder conocer esta joya natural de la provincia de Almería. La primera es precisamente participando en alguna de las actividades que frecuentemente organiza la Estación De Anillamiento Lorenzo García. Para ello es tan fácil como solicitarlo a través de un formulario en su web.

También podemos acceder a la Albufera de Adra y utilizar su puesto de uso público de observación solicitando un permiso a la Delegación Territorial de Agricultura, Ganadería, Pesca y Desarrollo Sostenible de la Junta de Andalucía. Normalmente éstos son concedidos sin problemas, pero es conveniente hacer el trámite con antelación suficiente a nuestra visita.

La Albufera de Adra se encuentra en el extremo Este del municipio de Adra, entre la pedanía de Puente del Río y la playa del vecino municipio de Balanegra.

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Comer en Adra tras visitar la Albufera

Adra cuenta con una gastronomía riquísima basada en su tradición marinera, aunque también con productos de primerísima calidad procedentes de sus explotaciones agrícolas. Si hay un producto cien por cien abderitano que hay que probar sí o sí en alguno de sus muchos bares y restaurantes de calidad, es el pulpo seco de Adra.

Un lugar ideal para probarlo es el Bar La Pulpera, que hasta en el nombre lo lleva. Allí podremos tapear y comer ésta y otras muchas especialidades de la tierra. Su dirección es: calle Valdez Leal, 2, Adra