Una ruta por los pueblos blancos de Almería que es perfecta para el invierno
Hay pueblos en Almería que en invierno se vuelve aún más fotogénica. Lejos del tópico del desierto, la provincia de Almería esconde pueblos de una blancura casi irreal, encaramados a laderas verdes o recortados contra sierras nevadas, donde las iglesias de piedra y los campanarios estilizados rompen el blanco como antiguas señales del pasado. Desde la distancia, estas localidades parecen sábanas tendidas al sol, escalonadas en la montaña, con vistas que en los días claros alcanzan incluso las montañas del norte de África.
Esta ruta por los pueblos blancos de Almería es perfecta para el invierno: aire limpio, chimeneas humeantes, gastronomía contundente y una calma que solo se encuentra fuera de temporada.
Pueblos blancos en la Alpujarra Almeriense para visitar en invierno

Bayárcal, a 1.258 metros de altitud, abre el recorrido desde lo más alto. Es el pueblo más elevado de la provincia, apoyado sobre la falda del Chullo y con nieve presente buena parte del año. Sus casas parecen deslizarse ladera abajo, siguiendo la pendiente, y conservan los clásicos terraos alpujarreños y chimeneas circulares. En los alrededores se extiende el mayor encinar de Almería. Su famosa fuente de aguas ferruginosas, dicen los vecinos, “abre el apetito”, algo que aquí no supone problema: los fríos favorecen la curación de excelentes jamones.
En pleno corazón de la Alpujarra almeriense se sitúa Laujar de Andarax, considerado el pulmón verde de la provincia. La tradición sitúa su fundación en tiempos míticos, atribuyéndola a Tubal, nieto de Noé. De época árabe conserva tramos de muralla y varias torres, y destaca por la abundancia de fuentes públicas, muchas del siglo XVIII. Su vega es una huerta fértil que produce casi de todo y convierte al municipio en una parada imprescindible.
La ruta continúa por Fondón y su pedanía Fuente Victoria, donde se levanta uno de los edificios más enigmáticos de la Alpujarra: conocido como castillo, palacio del Rey Moro o simplemente El Presidio. Aquí residió Boabdil tras la rendición de Granada. La zona conserva huellas de la minería del siglo XVIII, cuando ingleses explotaron plomo y plata, visibles aún en chimeneas y viviendas. Fondón presume además de casas señoriales con escudos, un Ayuntamiento instalado en el antiguo pósito y una iglesia mudéjar coronada por una torre espectacular.
A casi mil metros de altitud, Ohanes se presenta como una mancha blanca vertical sobre la ladera. Tan empinado es su trazado que existe la broma de que en el cementerio entierran a los muertos de pie. Una calle principal vertebra el pueblo hasta la plaza, donde se alzan el Ayuntamiento y la iglesia, la más monumental de toda la comarca.
Pueblos blancos en el Valle del Almanzora y Nacimiento

Entre olivos y chumberas aparece Cóbdar, dominado por una enorme peña que parece amenazar con caer sobre el pueblo y de la que se extrae mármol. La calle de la Piedad conduce hasta la plaza de la Constitución, donde se concentran el Ayuntamiento y la iglesia, de un blanco deslumbrante. En la plaza de la Cruz destacan dos palmeras y el antiguo casino, el edificio-palacio más relevante del municipio.
Purchena tiene un pasado que se remonta a la prehistoria, como demuestran las pinturas rupestres de la Cueva de la Almuceta. Romanos y árabes dejaron su huella, visible en el castillo que fue alcazaba amurallada. El conjunto de casas encaladas ofrece una imagen perfecta, con el castillo dominando desde lo alto y las plazas de la Constitución y Larga rodeadas de fachadas blancas y balcones amplios. Muy cerca, el cortijo de La Silveria ofrece un área recreativa y un mirador con vistas a la Sierra de los Filabres.
Más árido en apariencia es Gérgal, rodeado de colinas amarillas salpicadas de matorral y cactus. Sus calles son estrechas, empinadas y limpias, con fachadas encaladas y tejados de lajas. En lo alto, el castillo de origen musulmán vigila el casco urbano. En sus alrededores se encuentran enigmas aún sin descifrar, como las piedras grabadas del Peñón de las Juntas, a diez kilómetros del pueblo.
Pueblos blancos en Los Vélez y el Levante Almeriense para ir este invierno

Bédar es un pueblo blanco de clima amable y espíritu artístico. Pintores y creadores lo han elegido como lugar de residencia, atraídos por la luz y la tranquilidad. La economía local combina turismo y pequeñas huertas de tomates y pimientos. Destacan su mirador, el monumento a la almazara y el camino hacia La Serena, donde aparece la fuente Temprana entre cortijos cuidados y paisajes suaves.
En la sierra que lleva su nombre se encuentra María, uno de los pueblos blancos de Almería con mayor riqueza histórica. En su término aparecen pinturas neolíticas en la Cueva de Haza, restos ibéricos sin excavar en El Pasico y vestigios romanos en la Alfahuara. Gran parte del municipio es Parque Natural, con áreas recreativas y miradores. A apenas un kilómetro, el Santuario de la Virgen de la Cabeza concentra la devoción de toda la sierra.
Estos pueblos blancos de Almería, repartidos entre sierras y valles, convierten el invierno en la mejor época para descubrir una provincia que va mucho más allá del sol y la playa. Un viaje tranquilo, auténtico y sorprendente que demuestra que el blanco también es un color de montaña.





